Al salir de Cuba pasamos un mes en el hostal Lamar de Madrid. El hostal era una especie de arca de Noé de especies, si no en peligro de extinción, al menos provenientes de los rincones más inhabitables del planeta sólo que no todos andaban en pareja. Además de cubanos había iraníes, bosnios, nigerianos, peruanos, gitanos de los Balcanes, y a menudo gente de países que acababan de desaparecer o aparecer en el mapa. Juntos nos sentábamos a la hora de comer unos platos sencillos y sabrosos servidos por un camarero cuya amabilidad hacía un curioso contrapunto con el hedor de sus axilas. Yo ya estaba bastante agradecido de que la Cruz Roja nos hubiera dado comida y techo por un mes. Como no pretendía que también se encargara de facilitarle jabones a nuestro camarero junto con un manual de instrucciones de cómo utilizarlos me limitaba a hacer todo el esfuerzo posible por no vomitarme sobre los mismos platos que diligentemente servía el camarero. No quería que pensara que, además de hambrientos, los emigrantes éramos descorteses. Fue así –una vez liberados de mis hasta entonces fieles giardias- que conseguí aumentar diez kilos en las primeras dos semanas.
En nuestra mesa solía sentarse un muchacho bosnio al que luego de un par de conversaciones Cleo y yo comenzamos a llamarle en secreto “El Niño Caníbal”. Ese era el nombre de una canción de un comediante cubano en la que el protagonista se quejaba de no tener familia porque se la había comido. No podía decirse que nuestro bautizo fuese injusto. Era un rubio alto joven y renqueante con un aire infantil que invitaba a la compasión en días en que los bosnios todavía eran masacrados en Sarajevo y alrededores. Era del bando de las víctimas. Pero en cuanto abría la boca todo cambiaba. Se declaraba musulmán para a continuación afirmar sin una brizna de duda que su bando le ganaría la guerra a los cristianos. Su argumento era tan sencillo como irrefutable: de momento podían estar en desventaja pero los musulmanes bosnios contaban con un recurso a su favor que garantizaría su victoria a largo plazo. Alá les permitía tener hasta cuatro esposas lo cual aumentaba enormemente la capacidad de reproducción de los musulmanes. Si no sus hijos al menos sus nietos estarían en condiciones de ejercer una superioridad numérica aplastante sobre los cochinos cristianos. Gente paciente la que cifra sus esperanzas en el ciclo reproductivo. Cleo, escandalizada le preguntó si iba a tener hijos con el único objetivo de que fueran a la guerra a matar y dejarse matar. Que si no era mejor intentar convivir pacíficamente. (Cleo es así, alguien inmune a la noción de que para los hombres lo más cercano a la idea de convivencia pacífica es aporrearse en un campo de fútbol bajo el pretexto de meter la pelota en la portería. No entiende que si eso ocurre en el imperio de la monogamia qué no hará esa especie arrogante que es el hombre cuando tiene la posibilidad de casarse con cuatro mujeres).
El Niño Caníbal no habló de vengar humillaciones o alguna reciente masacre familiar. Simplemente respondió que ellos no podían convivir con gente que tomaba alcohol y que permitía que sus mujeres anduvieran semidesnudas por la calle y entonces hizo una mueca como para contagiarnos con su asco. Y coronaba las conversaciones de ese tipo con la sonrisa de superioridad propia de cuando hay que dar explicaciones a gente incapaz de entender un concepto tan sencillo como la eternidad de la violencia. Fuera de sus ideas el Niño Caníbal era un ser agradable. Me hubiera gustado pensar que la convicción infantil con que decía todo era una garantía de que no pensaba tomársela en serio cuando posiblemente era lo contrario y los planes que tenía para su vida inmediata –reunir dinero para regresar a Bosnia y casarse por cuadruplicado- no parecían sino confirmarlo.
El Niño Caníbal intentaba ejercer cierta autoridad gastronómica sobre una familia de gitanos bosnios que se declaraban musulmanes. Un día que descubrió en sus spaghetti trozos de chorizos no sólo le protestó al camarero de las axilas radiactivas sino que fue hasta la mesa para indicarles a los gitanos que estaban en peligro de contaminarse con un derivado del cerdo, ese animal impuro. Los gitanos reaccionaron con falsa sorpresa y agradecimiento por haberlos salvado de tamaña herejía pero, en cuanto en Niño Caníbal se fue, regresaron a sus spaguettis contaminados con lo que aprendí que la versión gitana del islamismo es en cualquier caso bastante flexible. (Tuve en aquél mes un sólo contacto directo con los gitanos islámicos. Uno de ellos me pidió por señas que le escribiera algo en español. Unas cuantas señas después ya sabía que se trataba del boceto de un cartel con el que irían a pedir dinero en la calle. Luego se acerco otro y empezó a discutir con el primer gitano los términos del letrero y por señas entendí que sopesaban la idea de que la petición también incluyera comida. Terminé incluyendo las dos y con la redacción del cartel di por finalizada mi contribución a la nueva empresa acabada de fundar. Lamento mencionar aquí tópicos tan frecuentes como el del musulmán entusiasta de la guerra eterna o el gitano pedigüeño pero tengan la convicción que me hubiera gustado presenciar situaciones que le dieran cierta originalidad a este recuento).
En general mis relaciones con el resto de los habitantes de aquél hostal se concentraron en mis compatriotas, todos hombres, todos solos. Siempre les sorprendía que hubiéramos conseguido salir juntos como pareja y debíamos resumir la historia de nuestro viaje una y otra vez para sacudirnos la sospecha de que éramos enviados del gobierno o algo por el estilo. Ya me he acostumbrado a eso: siempre que dos compatriotas se encuentran en cualquier sitio del mundo comienza el juego de las sospechas. El juego no se practica de esa manera en Cuba o al menos no con esa intensidad. Allá no teníamos que dar explicaciones de cómo y por qué estábamos allí porque lo natural era que estuviéramos dentro. Pero una vez afuera no queda otro remedio que convertirse en interrogado e interrogador. En ambas posiciones he jugado y la mayor parte de las veces al mismo tiempo. El objetivo del juego es sencillo: calcular el grado de comodidad con que se va a hablar con el otro, saber si se puede hablar con cierta libertad o mantenerse en el nivel básico de la cortesía. Una paranoia muy común cuando se viene de un lugar donde todo el mundo es sospechoso de algo. Aún así una vez que se detecta a un compatriota por los alrededores se va en busca de él. A pesar de tanta sospecha atrae la esperanza de una familiaridad imposible con cualquier otro grupo humano. Una frase despectiva sobre el gobierno del país de origen y ya era como sellar un pacto de complicidad que luego redundaba en intercambios mutuos de quejas y ofensas recibidas por ese gobierno. Recuérdese que tanto el gobierno como todos los que huíamos de él procedíamos del país que inventó el bolero, esa retahíla de quejas ritmadas. Rodeados de gente que fácilmente podía aducir que acababa de escapar por los pelos de una masacre los cubanos nos sentíamos especialmente incomprendidos. No hace falta estar en una guerra para creer entenderla. Basta con ver una película para enterarse en hora y media que excepto un puñado de fanáticos nadie querría estar allí. Pero no hay ninguna película que dure 35 años, nos decíamos, y para entendernos hay que vivir lo mismo que nosotros y por ahí seguía el bolero sonando hasta el infinito. Y, como en los boleros, luego de las quejas venían las bromas, la gozadera, porque el bolero es el producto de una raza que no puede pasarse demasiado tiempo contemplando su propia tristeza.
En nuestra mesa solía sentarse un muchacho bosnio al que luego de un par de conversaciones Cleo y yo comenzamos a llamarle en secreto “El Niño Caníbal”. Ese era el nombre de una canción de un comediante cubano en la que el protagonista se quejaba de no tener familia porque se la había comido. No podía decirse que nuestro bautizo fuese injusto. Era un rubio alto joven y renqueante con un aire infantil que invitaba a la compasión en días en que los bosnios todavía eran masacrados en Sarajevo y alrededores. Era del bando de las víctimas. Pero en cuanto abría la boca todo cambiaba. Se declaraba musulmán para a continuación afirmar sin una brizna de duda que su bando le ganaría la guerra a los cristianos. Su argumento era tan sencillo como irrefutable: de momento podían estar en desventaja pero los musulmanes bosnios contaban con un recurso a su favor que garantizaría su victoria a largo plazo. Alá les permitía tener hasta cuatro esposas lo cual aumentaba enormemente la capacidad de reproducción de los musulmanes. Si no sus hijos al menos sus nietos estarían en condiciones de ejercer una superioridad numérica aplastante sobre los cochinos cristianos. Gente paciente la que cifra sus esperanzas en el ciclo reproductivo. Cleo, escandalizada le preguntó si iba a tener hijos con el único objetivo de que fueran a la guerra a matar y dejarse matar. Que si no era mejor intentar convivir pacíficamente. (Cleo es así, alguien inmune a la noción de que para los hombres lo más cercano a la idea de convivencia pacífica es aporrearse en un campo de fútbol bajo el pretexto de meter la pelota en la portería. No entiende que si eso ocurre en el imperio de la monogamia qué no hará esa especie arrogante que es el hombre cuando tiene la posibilidad de casarse con cuatro mujeres).
El Niño Caníbal no habló de vengar humillaciones o alguna reciente masacre familiar. Simplemente respondió que ellos no podían convivir con gente que tomaba alcohol y que permitía que sus mujeres anduvieran semidesnudas por la calle y entonces hizo una mueca como para contagiarnos con su asco. Y coronaba las conversaciones de ese tipo con la sonrisa de superioridad propia de cuando hay que dar explicaciones a gente incapaz de entender un concepto tan sencillo como la eternidad de la violencia. Fuera de sus ideas el Niño Caníbal era un ser agradable. Me hubiera gustado pensar que la convicción infantil con que decía todo era una garantía de que no pensaba tomársela en serio cuando posiblemente era lo contrario y los planes que tenía para su vida inmediata –reunir dinero para regresar a Bosnia y casarse por cuadruplicado- no parecían sino confirmarlo.
El Niño Caníbal intentaba ejercer cierta autoridad gastronómica sobre una familia de gitanos bosnios que se declaraban musulmanes. Un día que descubrió en sus spaghetti trozos de chorizos no sólo le protestó al camarero de las axilas radiactivas sino que fue hasta la mesa para indicarles a los gitanos que estaban en peligro de contaminarse con un derivado del cerdo, ese animal impuro. Los gitanos reaccionaron con falsa sorpresa y agradecimiento por haberlos salvado de tamaña herejía pero, en cuanto en Niño Caníbal se fue, regresaron a sus spaguettis contaminados con lo que aprendí que la versión gitana del islamismo es en cualquier caso bastante flexible. (Tuve en aquél mes un sólo contacto directo con los gitanos islámicos. Uno de ellos me pidió por señas que le escribiera algo en español. Unas cuantas señas después ya sabía que se trataba del boceto de un cartel con el que irían a pedir dinero en la calle. Luego se acerco otro y empezó a discutir con el primer gitano los términos del letrero y por señas entendí que sopesaban la idea de que la petición también incluyera comida. Terminé incluyendo las dos y con la redacción del cartel di por finalizada mi contribución a la nueva empresa acabada de fundar. Lamento mencionar aquí tópicos tan frecuentes como el del musulmán entusiasta de la guerra eterna o el gitano pedigüeño pero tengan la convicción que me hubiera gustado presenciar situaciones que le dieran cierta originalidad a este recuento).
En general mis relaciones con el resto de los habitantes de aquél hostal se concentraron en mis compatriotas, todos hombres, todos solos. Siempre les sorprendía que hubiéramos conseguido salir juntos como pareja y debíamos resumir la historia de nuestro viaje una y otra vez para sacudirnos la sospecha de que éramos enviados del gobierno o algo por el estilo. Ya me he acostumbrado a eso: siempre que dos compatriotas se encuentran en cualquier sitio del mundo comienza el juego de las sospechas. El juego no se practica de esa manera en Cuba o al menos no con esa intensidad. Allá no teníamos que dar explicaciones de cómo y por qué estábamos allí porque lo natural era que estuviéramos dentro. Pero una vez afuera no queda otro remedio que convertirse en interrogado e interrogador. En ambas posiciones he jugado y la mayor parte de las veces al mismo tiempo. El objetivo del juego es sencillo: calcular el grado de comodidad con que se va a hablar con el otro, saber si se puede hablar con cierta libertad o mantenerse en el nivel básico de la cortesía. Una paranoia muy común cuando se viene de un lugar donde todo el mundo es sospechoso de algo. Aún así una vez que se detecta a un compatriota por los alrededores se va en busca de él. A pesar de tanta sospecha atrae la esperanza de una familiaridad imposible con cualquier otro grupo humano. Una frase despectiva sobre el gobierno del país de origen y ya era como sellar un pacto de complicidad que luego redundaba en intercambios mutuos de quejas y ofensas recibidas por ese gobierno. Recuérdese que tanto el gobierno como todos los que huíamos de él procedíamos del país que inventó el bolero, esa retahíla de quejas ritmadas. Rodeados de gente que fácilmente podía aducir que acababa de escapar por los pelos de una masacre los cubanos nos sentíamos especialmente incomprendidos. No hace falta estar en una guerra para creer entenderla. Basta con ver una película para enterarse en hora y media que excepto un puñado de fanáticos nadie querría estar allí. Pero no hay ninguna película que dure 35 años, nos decíamos, y para entendernos hay que vivir lo mismo que nosotros y por ahí seguía el bolero sonando hasta el infinito. Y, como en los boleros, luego de las quejas venían las bromas, la gozadera, porque el bolero es el producto de una raza que no puede pasarse demasiado tiempo contemplando su propia tristeza.
Asi mismo es, esa desconfinaza de cubano a cubano, yo le llamo Conspiracy Theory o el Sindrome del G-2, si un cubano se encuentra con otro empieza a sospechar o tratgar de encontrar senales que le diga que el tipo es del G-2, claro, eso sigue la vieja doctrina, de didivide y venceras.
ResponderEliminarBuen retrato -noto cierta melancolía- de un tipo de esquina en que muchos de nosotros nos hemos parado.
ResponderEliminarMuy bueno tu escrito, me entretiene mucho este tipo de relato. Cada uno de nosotros tiene una historia parecida que contar. Y lo de la sospecha mutua me recordo a un metodo que usaba un cubano de Montreal para detectar un seguroso. Hablo de un tal Esteban Casañas que publicaba en ConexionCubana. No pude encontrar su escrito pero estaba muy comico. El tipo sugeria una serie de pasos para determinar si algun cubano era seguroso.
ResponderEliminarPancho
Excelente escrito Enrisco. Gracias.
ResponderEliminarSaludos,
MI
Bingo!!!, Enrique... intuyo que esto no es una simple entrada de-al blog... de lujo lo que y cómo lo cuentas; intuyo que hay más, que habrá más; ahora mismo empiezo a reunir pa` comprarme el resultado: ¿novela?¿biografía? ¿testimonio? ¿compilación de relatos?...
ResponderEliminarlo evidente es invisible a los ojos; si, además de pillar lo evidente, tienes la hoy en día tan escasa virtud de poder contarlo bien, pues salen cosas como esa lúcida viñeta de tu primer exilio... dale...
No me lo leí completo, pero comento algo:
ResponderEliminarYo estuve allí. Unos días. Después me fui a vivir a la calle, al metro, y al Parque del Retiro. Y todo, por no aceptar lo que dijo una vieja batistiana de la Fundación Cubano-Americana, donde tú y yo, Enrisco, nos vimos por primera vez.
Recuerdo tu entrada. Recuerdo tu manera de pedir asilo político. Recuerdo a la vieja alabando tu currículo, mientras a mi me había ninguneado por no haber publicado nada en Cuba (cosa que siempre me pareció más digna y más subversiva que publicar: mejor, nada, que tener que publicar en editoriales que uno rechazaba; y por eso critiqué a mis amigos que hacían "carrera de escritores", mientras yo, optaba por el silencio).
Recuerdo muchas cosas. Preferí la calle, después de mi encontronazo con la vieja llena de odio y pedos anticomunistas...
Cada uno tiene su historia. En algún momento, escribiré la mía.
Con faltas de ortografía, sin estilo, puro ripio. Ésa es mi ventaja.
Un abrazo.
Mi marido, antes de la Sonia, era musulman. No era rubio, era negro, pero era identico al canibal ese. Me enamore de el perdidamente y muchos golpes que le aguante. Tu historia me conmueve.
ResponderEliminarCarmen
ruben: si, es parte de unas memorias madrileñas de las que he escrito algo mas de un tercio aunque no es mi principal objetivo para el verano. hoy la andaba revisando y puse ese trocito "cubano" a ver que decian los lectores. gracias por entusiasmo. a ver si se me contagia.
ResponderEliminarGuicho: no trato de ser melancolico con un tiempo que no fue especialmente bueno. de hecho quiero que el recuento me salga agridulce pero sobre lo jodedor. gracias por avisar. esa es la idea.
Jorge Alberto: yo si me lei tu comentario completo y algo falla. en primer lugar no creo que en ese tiempo hubiera una representacion de la FNCA en madrid. lo mas cercano que recuerdo era el Centro Cubano fundado en los años 60 y que era en lo concreto un restaurante con una oficinita para gestionar ayuda a refugiados. ya a la altura de 1995 que fue cuando llegue no era mucho lo que podian hacer. yo no recuerdo la impresion que causo mi curriculum pero no recibi mas ayuda que todo el que pasaba por ahi que consistia en la direccion de una iglesia donde ir a buscar ropa usada. la escena que describes de la vieja batistiana no la recuerdo y dudo que haya habido alguna asi porque la gente que habia por alli era de un exilio posterior. el unico batistiano confeso que vi de pasada en Madrid fue Gaston Baquero al que confieso haber asistido al velorio.
lo que si no pudo haber ocurrido es que tu o yo hayamos pedido asilo en ese lugar porque ellos no lo otorgaban. el asilo se pedia en las oficinas de la policia de Pradillo donde un funcionario de la policia tomaba la declaracion al solicitante, a solas. la funcionaria que me tomo declaracion de seguro no era batistiana. ni siquiera tenia edad para haber sido franquista.
si fui a parar a ese hostal fue porque eramos pareja. a ti te recuerdo bien, se que la pasaste mal. me contaste que habias salido de simancas creo y estabas viviendo en la calle. luego deje de verte y me entere que habias regresado a cuba. de ti hablo en las memorias por supuesto y los recuerdos que tengo de ti son buenos. lo siento por el ninguneo que habras sentido. a mi tambien me ninguneaban porque cuando les decia que no habia sido de la UNEAC porque no habia querido creian que era porque no habia podido. lo que si nunca se me ha ocurrido criticar a nadie amigo por ser de la UNEAC. hay gente que ha encontrado formas decentes de serlo o hasta de hacerse expulsar. otro abrazo.
¡Muy bueno!
ResponderEliminarGracias Enrique por compartir.
Ahora solo falta... ¡¡publicar el libro!!
"Cada historia de mi gente... cada historias", como dirian los Luthiers.
ResponderEliminarGracias por compartir esta.
Yo tambien me apunto en la espera del libro.
Un abrazo.
Me encanta.
ResponderEliminarPor cierto, yo he conocido musulmanes que no creen en la guerra eterna. Seres de mezquita con mujer arropada y quisquillosa. Por no decir dominante.
Tambien los he conocido resentidos y creyendose moralmente superiores. Hasta la ofensa. Pero no hay que ser musulman para practicar ese culto.
Te admiro y respeto, Enrisco.
ResponderEliminarCualquier opinión mía no debe ser tomada en lo personal contra ti. Para nada.
Tengo buenos recuerdos contigo, y de ti, aquella tarde en el centro (no recuerdo si es lo que dices, o algo de la FNCA; recuerdo que estaba en la calle Claudio Coello 42), y luego otro encuentro que tuvimos en El Retiro.
De ti, lo dicho, admiración y respeto, ahora, y en 1995.
Mi mala leche, digamos, en el comentario que dejé antes, fue con ellos, era con ellos. Y dije batistiana, porque creo que eso no tiene que ver con la edad ni la cronología.
Ser batistiano, como cualquier otra cosa, es asunto de mentalidad, no de edad.
¿Ninguneo?No, eso es lo de menos. Siempre he sido,y soy, un "ninguno", y esa es mi ventaja y mi propia libertad para decir, escribir, firmar o no firmar, ir y regresar de Cuba.
Lo que sentí esa tarde fueron las líneas duras, el desprecio, los condicionamientos, la intolerancia, cuando nos enfrascamos en una polémica, justo todo terminó, con tu entrada; de lo cual me alegro. Y la actitud de ella, y lo que dijo, cuando tú entraste, de lo cual, por supuesto, no tienes responsabilidad alguna.
Si no terminé de leer el post, aclaro ahora, es por mi concentración, mi atención, mi ansiedad. No hay otrarazón. Otro día regreso, y leo, como suelo hacer, lo que voy posponiendo.
Ánimo y suerte con ese libro, necesario por demás...
Muchos abrazos, amigo.
Hola a todos y todas,
ResponderEliminarExamenes y compromisos internacionales nos han impedido participar en las discusiones con la frecuencia que hubiesemos deseado.
Vuelvo con la adarga al brazo.
Un saludo y como dijera el bigote de Serrano, seguimos en combate
Enrique,
ResponderEliminarSi te interesa la opinión de un lector, bien lejos de considerarse experto, encuentro que al relato le falta sazón . No sé si por causa de la lluvia perenne de estos días, o por la incongruencia de estar escribiendo tus memorias antes de tiempo, pero tu prosa carece de la chispa habitual. Te sale árida, como las Matematicas o un camión Kamaz lleno de recebo, casi tan densa como un Físico Núclear terminando su tesis. Los personajes no se viven. Hay demasiado realismo para mi gusto, y el realismo capitalista suele ser tan aburrido como su homólogo socialista.
Pero el tema tiene mucho potencial y quien mejor que tú para escribir el calvario de la emigración.
Espero no tomes a mal mis comentarios, te deseo éxitos en el empeño.
Enrisco ¡palestino!
ResponderEliminarcarmen, y eso que no felicitais a Güicho esta vez?
ResponderEliminarManuel.
Enrisco:
ResponderEliminarTu artículo me gustó. Me gustó mucho, por eso quiero compartir contigo parte de mis propias impresiones. Este es un tema que me encanta explorar. Al proceso que aquí evocas lo considero un re-nacimiento. Duro por demás en el caso de los cubanos que en ocasiones tienen que enfrentarse al ancho mundo en el momento que "les toca" y no de forma planificada, como hacen quienes emigran desde otras latitudes.
Con lo del síndrome de la desconfianza me he divertido de lo lindo. Imagínate, yo salí de Cuba incluso con mis niñas y allí no vivía muy mal que digamos. Algo "extremadamente sospechoso" que he tenido que "explicar" a lo largo de seis años cada vez que conozco a un cubano, sobre todo si se trata de un refugiado.
También he sufrido parte de lo que cuenta Jaad, pues desde que abandoné Artes y Letras en el 89 siempre asumí con estoicismo el tema de "no existir" como intelectual en Cuba, cosa que efectivamente pesa mucho cuando se llega a otro país y se tiene otras ambiciones de realización personal. En cambio mi posición se asemeja a la tuya: no le echo tierra al que creció en la UNEAC o fue capaz de encontrar su camino allá adentro. Por el contrario, siempre que he podido le he dado la mano a intelectuales que respeto mucho y que han decidido permanecer en la isla. Aquí donde hoy estoy me he ido formando solita a golpe de esfuerzo, cosa que me brinda una enorme satisfacción. Ser coherente con uno mismo es, a veces, lo más arduo.
Por eso lo que has escrito me ha tocado tan profundo. Ojalá sigas. Ojalá te entre un arrebato de pasión. Explorar esas aristas del exilio es un trabajo muy necesario. Para mi es algo así como un ritual de exposición de los estigmas, esas marcas que nos identifican y nos sangran.
Saludos desde Montréal.
Como me gusta leerte y no tengo casi tiempo...
ResponderEliminarmi marido y yo
manuel eres una perla acere
ResponderEliminarsonia
pi, como diria varela, el karate me jode y me mama...tu eres mi karate.
ResponderEliminarCisneros
me voy a meter...
ResponderEliminaruf, tenemos un problema: pi no le encuentra sazón suficiente... pero, se me antoja que puede ser esa costumbre cubana de condimentar tanto la jama que terminamos con el paladar desorientado... ó no... y va y tiene razón pi... el problema es que yo he saboreado ya el relato un par de veces más, a raíz por supuesto del comentario de pi... y sigue pareciéndome sazonado en su justa medida... hazme caso... será consecuencia de la meticulosa dieta conque mi mujer, luego de escapar de cuba, ha re-estructurado mi paladar... el caso es que le temo al riesgo que supone para alguien como enrique, de quien casi todos esperan chiste tras chiste, ironía, sarcasmo, cinismo, sátira, etc, contener ese tono y aumentar la dosis de humor, sugerencia y no sucumbir al apremio, necesario pero diferente, de estas páginas: no es lo mismo escribir para el blog que sentarse ante la eternidad, que exagerado, ante su hijo, a contar sus memorias...
por cierto, las memorias hay que escribirlas mientras uno se acuerda... y hay tanta vida por delante que lo mejor es aprovechar y contar algo de lo vas viendo por el retrovisor antes de que te coja la próxima curva...
de todas maneras, también puede ser que pi tenga razón y yo sencillamente esté tratando de evitar que enrique le haga caso a pi y le meta sazón al asunto, porque yo estoy hasta la cocorotilla de novelitas cubanas sozonadas y saladas y supercondimentadas con postmodernísimo gracejo criollo... tremendo descaro...
sospecho que pi también sabe todo esto y puede que se refiera a otra cosa, pero consideré que debía entrar a decir esto...
enrique, ponla y graba ahí... graba lo que te estoy diciendo que yo no digo mentira...
Me gustò la onda de los gitanos musulmanes, comechorizos y pedigüeños: Parece que eran los ùnicos que en vez de hablar cacanibaleces, estaban "puestos pa la cosa.""
ResponderEliminarGuicho, y Carmen men?
ResponderEliminarMaravilloso la publicacion por OPINGA del tipo de cambio del gobierno cubano,es lo que todos(o por lo menos la mayoria)esperamos de ellos.Con respecto al niño canibal,que decirte yo ,que estoy conciente de ser un infiel(religioso-sexual)incorregible,ante la idea de los que como el baby canibal quieren hacernos desaparecer o en el mejor de los casos combertirnos al lamis(por las buenas malas)lo unico que deseo para todosa es una etnica bien limpia,porque catolico tampoco soy,asi que si toca poner una mejilla,que sea la de ellos y despues de resuelto el problema,podremos hablar de combivencia.
ResponderEliminarEl comentario anonimo que comienza alabando la publicacion por OPINGA de los tipos de cambio es mio,disculpen que por ignorancia me remitiera al anonimato,
ResponderEliminarEl Centro Cubano, que todo el mund decía que era de la FNCA, no recibía asilos, eso es cosa de la inmigración española como dice Enrique. Recuerdo que en 1996 fuimos a comer allí, yo todavía pensaba regresar a Cuba después de estas 5 meses en Madrid, y a pesar de decir que era "cubano de Cuba" me trataron muy bien. Cenamos bien atendidos aunque la comida dejaba mucho que desear. El Hostal Lamar también lo conocí, allí llegó un buen amigo, al que saqué medio deprimido y lo llevé un tiempo a vivir conmigo. Aunque las condiciones del hostal no eran las mejores, el respirar libertad supera cualquier contratiempo.
ResponderEliminaroye, la comida cubana es la que menos condimentos usa en el mundo! Despues que uno sale y prueba otras cosas...se da cuenta de la dieta blanda que uno lleva en cuba.
ResponderEliminarJorge Alberto: no problemo.
ResponderEliminara todos: muchas gracias. todo muy estimulante. valio la pena pasar por ahi de nuevo.
Ayer despues de algun tiempo me desidi por fin a entrar en tu blog y emitir mi modesta opinion,pero me quedo una duda,el niño canibal no es un bolero que estubo en el #1 del top ten de la vitrolas cubanas en los años 50 y contaba la historia de un señor que desenterro a la novia y un sobrinito descubrio el cadaver de la tia politica y se lo comio,el tio al ver esto se ilumino y abrio un restaurante que nombro"El Viejo Enterrador de la Comarca" y gano mucha plata hasta que llego Fidel y se expropio.No teenfades con mi comentario,simplemente te estoy aplicando aquello de:"Humor con Humor se Paga".
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