Campeones de la dignidad

El pitcheo japonés –esos seres de sangre fría- volvió a resultar indescifrable para nuestros bateadores como su caligrafía milenaria y misteriosa. No obstante al resultado de ayer no debe llamársele derrota. Pensemos que para los asiáticos fue una victoria. Para nuestro equipo en cambio ha sido una experiencia profunda. Dieciocho entradas en las que experimentaron todo excepto la sensación de hacer contacto con el home.
Así y todo nuestro equipo emergió del campeonato como campeones de la dignidad al ser el único que no llevó sobre sus hombros algún anuncio comercial de pacotilla capitalista. Los peloteros profesionales adversarios eran como máquinas diseñadas para batear y lanzar. En cambio los errores de nuestros jugadores fueron costosos pero se cometieron sin ánimo de lucro.
Dijimos que el equipo regresaría con el escudo o sobre el escudo y así ha sido.
Ha regresado.
De manera que nuestro pueblo no tiene nada que lamentar y recibirlos como héroes. Sólo un héroe se atrevería a regresar.
No hay que dormirse tampoco sobre los laureles. O sobre el escudo.
O de rasgarse las vestiduras.
No es momento de análisis que deberán hacerse a su debido tiempo pero habrá que depurar responsabilidades sobre el desespero de nuestros jugadores en el cajón de bateo intentando conectar la primera bola que le lanzaban y las causas de su falta de relajación. O analizar las razones de lo que a partir de ahora se conocerá en nuestra Historia como “el error de Céspedes” aunque con el debido cuidado de no confundirlo con la actitud siempre digna de nuestro Padre de la Patria ni confundir el jardín central de Petco Park con la Demajagua. El Padre de la Patria, -no lo debemos olvidar- murió en el campo de batalla.
Tampoco debe conferírsele a este campeonato más importancia de la que tiene y al que muchas de las estrellas del béisbol rentado ni siquiera se tomaron el trabajo de asistir. Mucho más preocupante es la crisis en la que el mundo está inmerso y de la cuál no se le debe achacar a nuestros jugadores. ¿A cuál de ellos podría culparse de las colosales desigualdades del planeta en que nos tocó vivir? ¡Cómo olvidar, por otro lado, el hambre, la subnutrición, la ausencia de escuelas y maestros, hospitales, médicos, medicamentos y medios elementales de vida que padece el mundo!
Olvidémonos de todo lo ocurrido ayer en Petco Park y enfrasquémonos en las duras tareas que tenemos por delante. Por ejemplo, darle todo nuestro apoyo al hermano equipo de Venezuela.