No quería dejar pasar el 156 aniversario del nacimiento sin mencionar su legado. Por ejemplo esta escultura que desde hace un tiempo se encuentra en el patio de sede de la Unión de Periodistas de Cuba:
Sí, ese ser con orejas de Mickey Mouse y cara de gato es Martí, un Martí Miki Miau. Es la versión en piedra de un dibujo que hizo el propio Martí representándose en el cuerpo de Chac Mool que es el nombre que un arqueólogo le dio a un tipo de escultura maya que nadie tiene idea que significa. El propio Eusebio Leal se apareció a explicar por qué esa cosa tan ridícula no lo era. Que no era una “excentricidad colocar el rostro de Martí en un ídolo antiguo”. Un dibujito anecdótico convertido en una estatua de una tonelada. Eso me recuerda aquél poema de Martínez Villena que pedía “una carga para matar bribones (…) para cumplir el sueño de mármol de Martí". En eso se ha convertido todo Martí: el boceto de futuros horrores. El material en el que se tallan es lo de menos. Su antiyankismo fragmentario e inconsecuente es hoy ideología de Estado. Habló de las bondades del vino agrio y ahora tenemos que arreglárnoslas con marejadas de vinagre. Dijo que “En la escuela (…) la pluma debía manejarse por la tarde; pero por la mañana, la azada” (y sin embargo no parecía muy contento con la oportunidad que le dieron los españoles de ejercer el trabajo manual en las canteras de San Lázaro) y los otros se inventaron las escuelas al campo. Cierto que no siempre se lo han tomado al pie de la letra. Si se fuera consecuente con su canto al hachís la droga en Cuba debería ser legal. Pero nada hemos cumplido los cubanos con mayor entusiasmo que aquella línea de su diario: “Lola, jolongo, llorando en el balcón. Nos embarcamos”.
[La foto fue tomada del blog Memorias de una cubanita]
Sí, ese ser con orejas de Mickey Mouse y cara de gato es Martí, un Martí Miki Miau. Es la versión en piedra de un dibujo que hizo el propio Martí representándose en el cuerpo de Chac Mool que es el nombre que un arqueólogo le dio a un tipo de escultura maya que nadie tiene idea que significa. El propio Eusebio Leal se apareció a explicar por qué esa cosa tan ridícula no lo era. Que no era una “excentricidad colocar el rostro de Martí en un ídolo antiguo”. Un dibujito anecdótico convertido en una estatua de una tonelada. Eso me recuerda aquél poema de Martínez Villena que pedía “una carga para matar bribones (…) para cumplir el sueño de mármol de Martí". En eso se ha convertido todo Martí: el boceto de futuros horrores. El material en el que se tallan es lo de menos. Su antiyankismo fragmentario e inconsecuente es hoy ideología de Estado. Habló de las bondades del vino agrio y ahora tenemos que arreglárnoslas con marejadas de vinagre. Dijo que “En la escuela (…) la pluma debía manejarse por la tarde; pero por la mañana, la azada” (y sin embargo no parecía muy contento con la oportunidad que le dieron los españoles de ejercer el trabajo manual en las canteras de San Lázaro) y los otros se inventaron las escuelas al campo. Cierto que no siempre se lo han tomado al pie de la letra. Si se fuera consecuente con su canto al hachís la droga en Cuba debería ser legal. Pero nada hemos cumplido los cubanos con mayor entusiasmo que aquella línea de su diario: “Lola, jolongo, llorando en el balcón. Nos embarcamos”.
[La foto fue tomada del blog Memorias de una cubanita]
De acuerdo contigo, Enrisco. Y he disfrutado mucho tu post.
ResponderEliminarLo de la escultura, no lo podía creer, pensé que era fotoshop.
Gracias, Enrisco, por la publi. Ciertamente es patética la estatua. Por un momento me sentí tentada a hacer un montaje para ver la semejanza entre la cara de Martí y la cara de un gato, pero no encontré a ningún gato en esa posición tan cómoda. Un saludo.
ResponderEliminarMuy buen post, entre ésta imagen y el fideltocororo, el kitsch político, la propaganda es algo para el inventario de los horrores, eso es parte de la ornamentación del parque temàtico, y nada menos que en la sede de la asociación de periodistas. Las metàforas pueden ser increíbles.
ResponderEliminarMartí escribió y, luego lo han utilizado para hacer de todo con lo que escribió.
Recuerdo haber leído sus crónicas de Nueva York, maravillado con los Estados Unidos, con el progreso, la ingeniería.
Me has recordado el poema al hachis de Martí que estaba impreso en un panel de acrílico transparente en el Restaurante El árabe, cada vez que íbamos allí los amigos a comer, nos extasiàbamos leyéndolo, eso seguro es un caso que se le escapó a la censura.
Quien denigra de sus héroes y se burla de su país es un miserable. No mereces llamarte cubano.
ResponderEliminarEnrique, es cierto. No mereces llamarte cubano. Pero se te perdona que lo seas.
ResponderEliminarEl anónimo, sí; pero como segundo nombre. Anónimo Cubano Pérez. Por Leonor. O por el honor, la honra, el orgullo patrio. Claro, si es una mujer, podríamos cambiarlo a: Patria Anónima Cubana. O Patria Anónima Cubana Pérez.
¡Por Leonor!
Solo una aclaracion: no soy el autor de la escultura, ni de las escuelas al campo. de hacer vino agrio fui culpable hace tiempo pero hace tiempo que lo compro hecho.
ResponderEliminarno veo por ningun lado que Enrisco se llame "cubano"
ResponderEliminarpudiera ser
Enrique Cubano Del Risco que suena como y parecido a Museo Cubano del Disco
y eso si que lo es.
por otro lado man esa escultura es quizas la que trajo la mala suerte del coma, creo que desde que la pusieron el tipo esta en esa posicion, no estes dando muchos datos que van y la tumban...
Algunos "Anónimos" no saben ser otra cosa que materia prima para el ridículo. Basta que se asomen a escribir un lemita machacón de ésos para que sufran el más sencillo e implacable choteo criollo.
ResponderEliminarHola Enrisco: Excelente tu post como siempre y mejor aún tu respuesta a un anónimo anterior que no soy yo evidentemente...
ResponderEliminarSaludos cordiales desde México.
Luna de enero
¡¿Como es posible que haya gente anónima que no comprenda el humor del bueno?! ¿En que cabeza cabe que haya gente así? ¡¡En la de Martí, que cabe todo!!
ResponderEliminar...digo yo, que no debería llamarme cubano.
'Barbarito, el lector cubano'