Esta entrevista me la han enviado de Cuba. Aunque nunca he oído hablar del personaje me parece curioso todo lo que cuenta. ¿Alguien sabe algo de este escritor?
EL HOMBRE QUE VINO DEL CALOR.
Por Vilma Vidal
Luis Criado Villareal (Aguacate, 1930) contaba hasta hace muy poco con escasos, escasísimos lectores, sólo que se trataban de algunos de los más importantes escritores e intelectuales de Estados Unidos, América Latina y Europa. Albert Camus, Günter Grass, Julio Cortázar, Terry Kitchen, Italo Calvino, Emil Ciorán, Kurt Vonnegut, Juan Carlos Onetti, o Carlos Fuentes han compartido su admiración hacia la obra de Luis Criado al tiempo de disfrutar su amistad. Finalmente la voluntaria oscuridad en que ha vivido el escritor buena parte de su vida, empieza a disolverse para que su obra entre en contacto con un público mayoritario aunque a Criado la inminencia de la fama no le acaba de convencer. En Cuba, su país natal, donde ha vivido ininterrumpidamente los últimos 35 años su obra ha permanecido escrupulosamente inédita. Aún así, no para de crecer entre las más jóvenes generaciones de escritores de la isla que continuamente visitan su apartada y bucólica residencia a 45 minutos de la Habana. Hasta allí fui recomendada por un amigo común justo antes de que Criado partiera hacia Europa para recibir homenajes y firmar importantes contratos editoriales. Oculta el orgullo que mantiene por su obra tras una humildad aplastante que incluía su insistencia en no abandonarse al tuteo durante toda la conversación pese a que pudiera ser descansadamente mi abuelo.
P - Su caso es bien extraño. Aún sin haber sido publicado dentro de su país, usted se ha convertido en un verdadero mito literario, sobre todo, para los escritores más jóvenes, muchos de los cuales lo consideran su principal referencia. Los escasos ejemplares de obras suyas que circulan en Cuba valen su precio en oro e incluso circulan copias mecanografiadas de sus Cuentos Coreanos, sus Aforismos desde el abismo mismo y de su novela Dios es azul. ¿Cómo se explica ese fenómeno?
R -No sé de qué me habla. Aunque el propio hecho de que me haga esta entrevista me hace pensar en que eso del mito es cierto porque no veo otro modo de explicarlo. Sé que mis libros circulan por ahí y lo de las copias manuscritas me imagino por dónde venga. Si sólo fuese por el hecho de no haber sido publicados en el país mi caso sería tan sencillo de explicar como el por qué leen a Kundera, a Arenas, a Cabrera Infante que tienen un reconocimiento internacional muy sólido, aunque es una lástima que para mucha gente Arenas no sea más que el autor de Antes que anochezca. Mi caso es distinto porque ni tengo ese reconocimiento ni participo del glamour que da la distancia pero al menos estoy a mano. En los últimos tiempos, a cada rato me vienen a ver muchachos que no conozco, todos ellos escritores, según dicen. Yo trato de ser atento con ellos, hablamos bastante, los invito a comer... pero eso sí: nunca les permito que me dejen copias de sus manuscritos pues no tengo tiempo para leerlos. Además, las copias que me traen generalmente son infames y a mi edad hay que cuidarse la vista. Sospecho que la razón de eso está en la necesidad de modelos literarios y sobre todo vitales, alguien al que reverenciar, y supongo que mi condición de ermitaño de las letras me haya conferido cierta aureola de misterio y los haga imaginarme mejor de lo que soy. Cuando la gente te desconoce intenta rellenar ese desconocimiento como mejor puede y en mi caso al parecer les ha dado por el lado positivo. Aunque esta explicación que te doy ni a mí me convence. En el fondo sigo sin saber por qué la han cogido conmigo. Debo darles algo que necesitan pero no me acabo de enterar qué es. A lo mejor es el dulce de coco (se ríe). Si esta entrevista significa que van a venir más a menudo, eso me va a obligar a llevar a cabo una vieja idea que tengo en mente.
P-¿Cuál?
R-Ir a vivir a casa de mi hija.
P-¿Cómo comenzó a escribir?
R-Supongo que como todo el mundo. Algún poemilla a una muchacha o incluso algún poema patriótico de los que luego nadie quiere acordarse. Pero lo primero que escribí más o menos en serio fue por pura envidia, o mejor, por arrogancia. Un muchacho del instituto al que todos teníamos por un perfecto idiota, un buen día nos anunció que iba a participar en un concurso de cuentos de la revista Carteles. Esa noche escribí mi cuento y al día siguiente fui para la revista. Por supuesto que ni se me ocurrió echarlo al correo, sino que lo llevé personalmente para que pudiesen admirar a aquella joven promesa de la literatura cubana. Como era previsible, en una revista de esa importancia a nadie le importaba quién yo era ni quién podría llegar a ser. De todas aquél cuentecillo trajo su cola, porque Ortega, un emigrado español que trabajaba en Carteles...
P-¿Ortega? ¿El mismo que fue una especie de tutor literario de Cabrera Infante?
R-El mismo. Pues por supuesto que no gané el premio, pero Ortega me mandó a buscar y me dijo algo a lo que se acostumbraba en aquella época; que “tenía madera” y recuerdo que me sentí una especie de Pinocho, pero ese señor era en realidad una gente magnífica y me pidió colaboraciones pero yo siempre fui bastante vago para escribir, pero él insistía. Cuando se enteré que iba a la guerra de Corea me intentó disuadir para que no fuera pero al comprender que estaba totalmente decidido me pidió entonces que intentara mandarle reportajes desde allá.
P-¿Qué fue lo que lo decidió a incorporarse a la guerra de Corea? Porque tengo entendido que no fueron muchos cubanos.
R-En realidad no es que estuviera loco por empezar a matar comunistas. Si hubiera sido por eso igual te lo decía. Lo cierto es que yo tenía unas ganas tremendas por ver mundo y no sé por qué quería empezar por Japón. En aquél momento de ese país se sabía muy poco, había una especie de mito recurrente. Cuando empezaron a captar voluntarios para la guerra entonces pensé que podría hacer lo mismo que había hecho Eduardo Abela, el pintor y caricaturista. Es que Abela es primo mío, por parte de los Villareal. Pues él para irse a Europa se enroló en la guerra de Marruecos y luego desertó en Canarias y como Japón estaba en el camino, o al menos era mi idea, pensé que me quedaría allí sin muchas dificultades. La historia es larga pero el hecho es que no pude desertar y tuve que seguir viaje a Corea. En Corea estuve unos meses en el frente hasta que caí prisionero. Allí en prisión fue donde produje quizás mi obra más trascendente.
P-¿Los Cuentos Coreanos?
R-¡Ni loco! En todo el tiempo de prisión no creo haber visto nada que se pareciera a un papel. Cualquier cosa que hiciera allí tenía que ser necesariamente oral. El caso es que un colombiano, preso también, y yo, nos dimos cuenta que los coreanos no se sabían ningún chiste en el que Kim I1 Sung estuviese involucrado. ¡Ni siquiera los presos políticos! Entonces entre el colombiano y yo empezamos a adaptar chistes que había en aquella época sobre Stalin. De todas formas llegamos a inventar un par de ellos bastante originales aunque no estoy muy orgulloso de ello. Una vez leí en Life que a un coreano lo cogieron contando uno de esos cuentos y lo fusilaron. Me he intentado consolar pensando que quizás fue una exageración del periodista pero te confieso que por mucho tiempo eso me ha hecho sentir bastante mal.
P-¿Y qué tal las prisiones coreanas?
R-¿Qué te voy a decir? Bueno, en realidad, sobre todo al principio lo pasábamos muy mal aunque cuando queríamos consolarnos nada más teníamos que mirar para los presos coreanos y sentirnos privilegiados. Los últimos meses, cuando ya era inminente que nos liberaran, intentaron mejorar las cosas pero no creo que tuviesen idea de lo que era comer decentemente, por ejemplo. Pero lo peor era cuando querían ser didácticos. Entonces insistían en tratarte como a un niño chiquito, lo que a veces resultaba conmovedor, otras simplemente ridícula, pero generalmente bastante insoportable. Nos sacaban a Pyongyang por ejemplo, y nos mostraban las destrucciones de los bombardeos. Eso lo hicieron unas cuantas veces hasta que me di cuenta que mostrarnos conmovidos y apenados no era suficiente y decidí subir la parada. Así que a la vez siguiente me puse a dar gritos desconsolados y a moquear sobre las solapas de los oficiales que nos conducían y al fin logré que no nos sacaran más a enternecernos.
Luego Criado me habla de su salida de la cárceles coreanas hacia los Estados Unidos y sus experiencias allí, sus contactos con los expresionistas abstractos, su intensa colaboración con publicaciones neoyorquinas y su labor como corresponsal en Europa.
R-Más que todo pienso que fue en Nueva York donde hice dos grandes descubrimientos que tenían poco o nada que ver el uno con el otro. Uno fue la música cubana. Allá en Cuba no escuchaba música, a pesar de que en la casa había un tocadiscos, un aparato que fíjese si debió ser bueno que yo lo echaba a andar cuando niño y en vez de poner la aguja montaba un perrito. En la época que llegué a Nueva York empecé a frecuentar el Palladium, buena farádula que se reunía en aquél lugar. Allí conocí a Mario Bauzá, a Tito Puente cuando tocaba con los Picadilly Boys, a Machito. Allí entendí que aquello era como una especie de matrimonio bien llevado entre la música cubana y el jazz americano, todos esos negros eran estrellas. Gracias a esos mismos músicos conocí a Dizzy Gillespie. Yo me volvía loco con su trompeta, era algo fenomenal. Sobre toda esa gente escribí artículos o les realicé entrevistas, por ahí deben estar...
P-Hablaba de dos descubrimientos...
R-El otro descubrimiento que hice en Nueva York fue el expresionismo abstracto. La pintura después de la guerra, la mundial no la mía, vivía el auge de la abstracción (...) Tuve algo más que entusiasmo con el expresionismo, ¡quién no lo tenía en esos años! Además que conocí personalmente a muchos de ellos. Con esa corriente pasó lo que nunca nadie se imaginó que pudiera ocurrir con la vanguardia : Jackson Pollock con cuarenta años era llamado “viejo maestro” y todo el mundo opinaba y discutía sobre el más grande pintor vivo de los Estados Unidos (...). Una cosa así sólo puede suceder en Estados Unidos con tanto dinero moviéndose alrededor de esos cuadros y hacía posible que la gente se entusiasmara tanto por un arte que hasta los críticos en un principio se atrevían a aceptar que no comprendían. La apoteosis ( ...). Por fin el centro de la vanguardia se ubicaba del otro lado del Atlántico. Un crítico francés que se preguntaba que por qué sucedía esto, decía que París debía despertarse no como la Bella Durmiente en espera de un príncipe azul, sino de una buena patada en el culo.
P-¿Y qué impresión le causó Jackson Pollock?
R-Cuando lo conocí, ya tenía grandes problemas con el alcohol. Intentó curarse un par de veces con unos jungianos, ¡qué ocurrencia! Por supuesto, siguió bebiendo hasta el día que se incrustó el timón de su automóvil. De todas maneras fue un buen intento, la Historia del Arte agradece mucho ese tipo de conflictos. Bebimos juntos muchas veces y un par de ellas logré arrastrarlo al Palladium. Ël era un tipo abierto a esas experiencias. Además, su pintura le debía mucho a los indios norteamericanos, así que no puso muchos reparos en ir a escuchar a los músicos cubanos. Fue un gran artista y como casi todos los artistas grandes, humanamente un desastre. Por otro lado, Arshile Gorky y yo teníamos en común en ser emigrantes. Arshile ha sido el único armenio que he tratado en mi vida, me gustaba mucho su acento. A él le encantaba que le contara sobre mi experiencia en Corea. Casi siempre andaba con su amigo Adolf Gottlieb, formaban un buen equipo. Por cierto, cuando el terremoto de Armenia me enteré que el cantante Charles Aznavour era de por allá, ¿quién se lo iba a imaginar? Tanto Arshile como yo nos adaptamos bastante bien a vivir en Norteamérica que él llamaba la “máquina de salchichas”, una frase muy europea. Gracias a mí, Gorky entendió bastante el beisbol. Cuando murió ya era todo un experto. Yo simpatizaba con los Yankees de New York, pero lo suyo era puro esnobismo. Le atraía mucho pero nunca terminó de ver un partido completo porque no podía entender que pudieran durar más de 3 horas y media. Ese fue el Rothko que conocí, del pintor no sabría qué decirle. Quizás lo que más me gustaba de su pintura era que también sabía pintar figuras, eso hacía más atractivos a los expresionistas, tenían para jugar en las dos bandas, aunque muchos lo dudaran. Una vez Arshile me hizo un retrato a lápiz y le gustó tanto que decidió quedarse con él. De veras me parecía.
Luis Criado me explica cómo en el Viejo Continente en su condición de corresponsal se relacionó con algunos de los protagonistas de la cultura europea de la época. “Sentía especial debilidad por los inmigrantes latinoamericanos o centroeuropeos. En aquél tiempo entre el dinero que recibía como veterano de guerra y mi sueldo de corresponsal tenía bastante para gastar y nunca me medía si se trataba de pasarla bien”. A eso atribuye tantas y tan buenas amistades como si quisiera espantar la posibilidad de que ellas se debieran a su atrayente personalidad. “Cuando regresé a Cuba en 1961 dejé muchos amigos, sobre todo en París, Roma y Madrid y lo cierto es que no hemos dejado de mantenernos en contacto”. Porque ni siquiera luego de más de tres décadas sin salir de Cuba el vínculo con sus amigos -necesariamente epistolar- creció y ha sido responsable directo de su tardío boom.
P-¿No siente necesidad de que aunque sea ahora se reconozca su valor literario?
R-Mire, todos lo valores son relativos y si son literarios pues más. Si ese reconocimiento de que me habla significase por ejemplo, que algunas mujeres se interesasen en mí, tampoco me interesaría. Hasta ahora me la he arreglado bastante bien sin eso.
P-Se insiste bastante en sus dotes de conquistador.
R-Tampoco he querido decir eso. Sólo que nunca me he casado y eso me ha proporcionado libertad para ser conquistado más que para conquistar. Y volviendo a lo del reconocimiento. Tengo varios amigos escritores en España que me han hablado de postularme para el premio Cervantes pero lo he tomado como una broma más que nos gastamos entre nosotros. Imagínate si con lo de Dulce María Loynaz se armó ese revuelo qué pasaría si saliera elegido este servidor.
P-Pero en los últimos tiempos ha obtenido varios premios e incluso se ha hablado de conferirle el Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid.
R-Ya le he dicho que tengo muy buenos amigos que me quieren mucho e incluso hasta leen lo que escribo.
P -Piensa entonces que todo ha sido cuestión de tener buenos amigos.
R-Prefiero pensar así. A estas alturas cualquier otra conclusión no haría más que complicarme la vida. No le voy a negar que lo que escribo tiene para mí determinado valor. Si no, no lo hubiera hecho. Si además ocurre que otras personas le dan cierta importancia eso ya se me escapa aunque no niego que agradezco que me lo hagan saber. Pero sucede que aunque uno se haya dedicado media vida de modo vergonzante a hacer cosas para que lo elogien, créame que cuando esos elogios llegan no sé muy bien qué hacer con ellos. Por eso prefiero pensar en términos de amistad que de admiración. Siempre he pensado que la admiración no es sino un modo de que no te entiendan.
P-Quizás diga eso porque entre sus amistades se cuentan algunos de los escritores más importantes de su tiempo.
R-Puede ser... pero también piense que buena parte de los libros que he escrito los he hecho exclusivamente como un regalo a la gente que me mencionas y otras más. Y digo regalo no de una forma metafórica sino muy concreta. Los he escrito justamente para luego mandarles los manuscritos cuando me he aburrido de escribir cartas en las que, por otro lado, tenía muy poco que contarles. Luego, supongo que como muestra de agradecimiento, en muchos casos los han publicado en pequeñas ediciones pagadas de su bolsillo lo que agradezco, aunque no sé si me crean que mi intención no es convertir a mis amigos en agentes literarios. Esa es una cosa con la que a veces bromeo y digo: “mis agentes literarios son tal y cual”. Incluso tienen el detalle de enviarme dinero en virtud de supuestos derechos de autor en los que lógicamente no creo porque sé que los libros los reparten entre sus amigos.
P-¿Eso fue lo que sucedió con los Aforismos?
R-No exactamente. Escribí esos aforismos para joder un poco a Emil (Ciorán) por su éxito en los últimos tiempos. Lo agradeció con ese modo cabrón que tenía de agradecer las cosas, pero fue en realidad un amigo suyo quien se encargó de traducirlos y publicarlos. Lo único que hizo Emil fue escribir un prólogo cortico que fue lo que le dio al libro la repercusión que tuvo en Francia. Después vinieron las reediciones y las críticas favorables. Por eso no te extrañe que considere mi “éxito” literario como una cuestión de amistad.
P-¿Y qué hay de la próxima edición de Cuentos Coreanos, Dios es azul y los Aforismos desde el abismo mismo en Tusquets? ¿Amistad?
R-Supongo que alguien le ha hecho creer a los de la editorial que podían ganar dinero conmigo pero te aseguro que yo no he tenido nada que ver con eso. Algo no ha funcionado en mi perseverante defensa del anonimato. Me seducía la idea de pertenecer al mismo gremio de los autores de la Biblia y Las Mil y Una Noches y eso no estaba nada mal. ¿No le parece ?
Apócrifo elemental, simpático, pero con muchas faltas de ortografía.
ResponderEliminarCuriosa historia Enrisco, me encantaria leer su obra, pero por lo que veo es casi imposible.
ResponderEliminarCuando vuelvas por Miami dame un toque, no te prometo tanta atencion como la de tus anfitriones de la feria pero si un retrato y algun que otro party de esos que no se olvidan.
Inter-abrazos,
Delio
Decididamente huele apócrifo. Si uno googlea el nombre completo sólo aparecerá esta página. Ser tan anónimo en Google es casi imposible para alguien que supuestamente ha publicado algo en Europa (por escasa que sea la edición) y que va viajar a recibir un premio. Tal anonimidad sería casi un logro mayor que cualquier publicación o premio.
ResponderEliminarclaro que es un apocrifo. inventado mucho antes que google. hice la prueba a ver si colaba. luego cuento el resto de la historia.
ResponderEliminarPuh! Me quitaste un peso de arriba! Me preguntaba cómo era posible que te hubieses tragado esto tan fácil y que lo hubieses colgado aquí sin un mínimo de research. Ahora me avergüenza haber pensado eso conociéndote como te conozco.
ResponderEliminarPor cierto, un detalle me debió mostrar la antigüedad de la "entrevista". Nadie, mucho menos un escritor, hubiese regresado a Cuba en el 73. Ni lo hubiesen dejado.
Pedro Alvarez Cañas, el marido de Dulce María Loynaz, regresó a Cuba en esa época. Era escritor y el cronista social más importante de Cuba antes de 1960. En 1972. Para morir allí. Regresaba el que quería. Lo que pasó es que NADIE quería. Infórmese caballeros!!!
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