A La Habana de Cabrera Infante se la suele acusar de ignorancia sobre la otra Habana estrictamente contemporánea: la de los bombazos y los atentados contra los personeros (¡qué palabreja!) de Batista. Se puede aducir que Cabrera Infante no ignoraba, que trataba de vengarse de lo que esa Habana épica le había hecho a la otra, la hedonista. Solemos aceptar ese anacronismo irremediable entre las dos Habanas y los intentos fallidos de Severo Sarduy en “Gestos” o del propio Infante con su guión de “La ciudad perdida” no parecen sino confirmarlo. La sordera de los revolucionarios –porque no se puede ser un verdadero revolucionario sin subordinar los sentidos a a causa, o sea, sin mutilarlos- conspiraría con la inconsciencia de los hedonistas para que esos mundos nunca se interceptaran. Intrigado le pregunté a un viejo amigo ex miembro del Directorio Revolucionario y poeta él mismo. Y me habló de una Habana en la que los dos mundos se confundían, de conspiradores ocultándose desfachatadamente en clubes nocturnos: no cuesta trabajo imaginar perseguidores y perseguidos tropezándose frente a una victrola. Me contó de un bar de mala muerte en los alrededores del parque Trillo. De estar tomándose una cerveza o un respiro entre persecusiones y ver de pronto que la puerta del fondo se entreabría y una mano le hacía gestos de que se acercara. Que entonces era conducido a través del patio del bar hasta un galpón donde se oficiaba una descarga. Música clandestina y trasnochadora hecha por el simple placer de inventarse algo nuevo luego de ganarse el jornal tocando los ritmos de moda. El eterno conspirador se ve así frente a una conspiración más profunda y atrevida. Con los años una Habana estrangularía a la otra y mi amigo pasaría un par de décadas en la cárcel por varios delitos imaginarios y uno cierto: no ser lo suficientemente sordo. Pero la Habana que dieron por muerta ha ido resucitando a su manera en la memoria de Cabrera Infante, en bares de Miami o Madrid o en la lenta vuelta a su antiguo reino en los alrededores de una bahía, sobreviviéndose, sabiéndose vigilada, haciendo turbias concesiones, sin atreverse a sospechar que su regreso va siendo posible gracias a la lenta derrota de la otra Habana, la sorda.
Enrique, querido, algunos consejos para ti en mi blog
ResponderEliminarHedonista, no?.
ResponderEliminarGracias por la fotos de la escuela donde votaste. Me hizo recordar gratos momentos, allí también estudió mi hijo.
Interesante Enrisco. En "Mea Cuba", GCI escribe que ya para el 1965, cuando él regresa a Cuba desde Bélgica por la muerte de su madre, La Habana también estaba muerta. Considerando que, según él explica, Bruselas era una ciudad oscura y triste.
ResponderEliminarEl gusto con que GCI describe a su Habana, la incansable, donde podías entrar a un establecimiemto para cenar y los comensales de la mesa contigua estaban desayunando, acabados de levantar. Menos mal que él lo plasmó porque difícilmente esa Habana vuelva a la vida.
(Sin ánimo de criticar, ¿es hedonismo o edonismo?)
es hedonismo, la pifia, salvaje, es mia.
ResponderEliminarEsa combinacion entre relajo y revolucion fue tipica de toda la republica. Despues, ni revolucion ni relajo. El castrismo, como bien sabemos, carece de sentido de esparcimiento...
ResponderEliminarHace ya tiempo, en algún documental, oí decir a Marta Rojas que La Habana en los cincuenta había sido una ciudad maravillosa.
ResponderEliminarLa afirmación me sorprendió porque, proviniendo precisamente de ella,lo dijo sin acotaciones, ni peros, mas bien sonriente y con total satisfacción.
Emilio García Montiel
Y es cierto que era una ciudad maravillosa, GCI no inventó nada, era así, tal y como él la describe, lo viví...
ResponderEliminarCada vez escribes mejor, Enrique. Te invito a participar en mis encuestas, que estan para chuparse los dedos!
ResponderEliminarVengo volando bajito este lunes...
¡Compadre! Tirofijo, El Conductor y ahora Superwoman. Eramos muchos y parió la abuela.
ResponderEliminarLa Habana siguió siendo una ciudad mágica, encantadora, sensual, hasta el año 68, el de la "ofensiva revolucionaria". Ahí se acabó el querer.
ResponderEliminarTodavía hasta ese año la Habana vivía de noche, desde los muelles, pasando por La rampa, hasta llegar al 1830. Parafraseando a Chango Muñoz Unsain, la Habana no era una ciudad, era un estado de ánimo.
Pero hace más de 20 años, la ciudad fue muriendo "de a poco" y perdió su alegría.
es tal y como lo planteo guillermo en su novela. yo lo vivi de cerca, ya que mi papa, era dueño de un bar de mala muerte (el ultimo en ser intervenido en la habana) por sus lindas y elegantes "ficheras." en cualquier noche, encotrabas un capitan de la policia batistiana, tomando casi al lado de un revolucionario del movimiento frank pais, a un chulo, un guapo y un chino, compartiendo territorio. era la habana, alli se podia hacer!
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ResponderEliminarven aca Enriquito, y a ti tambien te dio ahora por censurar comentarios?
ResponderEliminarno solo no censuro los comentarios sino que ni siquiera he averiguado como hacerlo. los comentarios que aparecen suprimidos supongo que los quito el mismo que los puso. alguien lo llego a ver? que decia?
ResponderEliminarel unico que puede suprimir comentarios es el dueño del blog Enriquito, que cuento es ese man?
ResponderEliminarpor favor, que alguien le explique a este hombre como funcionan los blogs porque eso esta afuera de mi alcance.
ResponderEliminaranonimo, gracias a tu insistencia ya averigue como borrar comentarios. siempre se aprende algo nuevo. tambien me entere que uno tambien puede borrar sus propios comentarios en otros blogs y al parecer alguien se autocensuro.
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