lunes, 20 de octubre de 2008

El caso Kundera

El escritor Milan Kundera se ha convertido en los últimos días en “el caso Kundera”: un papelito contra un montón de libros. No era cualquier papel por lo que decía y por donde fue hallado -en los archivos de la Antigua policía secreta checa. Las delaciones –sobre todo si son por causas políticas- a los cubanos nos produce una reacción especialmente visceral. En parte porque es la base de un código profundo de nuestra psiquis anterior a casi cualquier otro que podemos violar pero no desconocer. Un código en el que el delator es más despreciable que el asesino. Por otra parte está la vigencia de la delación como sistema, como sospecha universal, como culpa colectiva. “Humbolt 7” o “Caso Padilla” son contraseñas del debate cubano sobre la traición que parece infinito y que en el futuro amenaza con multiplicarse hasta el infinito.
Algunas de las defensas que se han hecho en estos días de Kundera me han parecido cuando menos equivocas. Me resisto a considerar la delación como inevitable en un sistema totalitario aunque sólo sea por respeto por aquellos que se negaron a hacerlo en las peores circunstancias. Ahora mismo un amigo se defiende de no sé bien qué acusaciones y, conociéndolo, le creo, pero no dudo que alguna vez aparezca en un archivo un papelito incriminándolo por algo que no hizo. El sistema que compartimos alguna vez Kundera, mi amigo y yo es fecundo en fabricaciones y chapucerías de todo tipo, hechas por empleados que imaginamos como encarnaciones del diablo pero que en realidad tienen jefes, horarios y metas que cumplir y necesidad de inventarse casos o rellenar papeles conlo que sea para justificar medallas y ascensos. Lo que para ellos es rutina se puede convertir con el paso del tiempo en carga terrible para los afectados, infamias de las que nunca podran desprenderse del todo.
El caso Kundera me interesa ahora menos en sus implicaciones personales que en cuanto a esa zona en que se interceptan lo personal y lo literario. Aquí el papelito pesa –como en el mundo de la física- casi nada. Sobre todo si se compara con los libros de Kundera y esos libros parecen acusarlo del mismo modo que lo exoneran.
Finjamos que no nos importa la realidad de la acusación. Centrémonos en su índole literaria. O sea, contemplémola como posibilidad, como ficción. Dejemos de lado el fanatismo o el miedo, dos tentaciones que no encajan con ese personaje que creemos conocer a través de sus libros. Imposible imaginar una situación más kunderiana: un amigo se le acerca a nuestro personaje a contarle que su novia le ha pedido que esa noche no la visite en su cuarto en la universidad porque espera la visita de un ex novio. El ex novio -un ex recluta fugado del ejército que viene de Alemania- quiere impresionar a la chica con su nueva faceta de espía. Al amigo de Kundera lo devoran los celos y pide consejo de cómo impedir el encuentro. Kundera quien tan sólo tiene 21 años pero que impresiona a sus condiscípulos por su madurez le dirá que deje eso en sus manos. Kundera mismo había caído en desgracia no hacía mucho por otra delación –separado del partido pero no de la universidad- relativizará la decisión que acaba de tomar: si la delación contra él, (todavía creyente del socialismo aunque crítico de sus excesos ridículos), le parece injusta la denuncia de un espía consumado es totalmente válida y le permitirá además reclamar su puesto en el mundo de los justos y confiables (se sobreentiende que el partido) al que según cuenta su biografía regresará años más tarde. Y si eso sirve para ayudar a un amigo a reclamar a su novia pues no hay nada que objetar. “Justicia poética” se habrá dicho para darse ánimos. Alrededor de las 4 de la tarde de ese día va al puesto de la policía secreta convenientemente situado en el mismo barrio e informa de la visita del espía. El hecho de que la chica no se viera implicada en el juicio ni recibiera prisión permite incluso especular que Kundera pidió, como condición de su soplo, la inmunidad de la chica.
Pero con los años Kundera empieza a tener desconfianzas profundas hacia el comunismo no ya no ya en sus manifestaciones concretas sino como proyecto histórico. Un viaje a la Unión Soviética en 1955 lo disuade de que no hay mucho que esperar de la evolución futura de Checoslovaquia. De la cuna del comunismo ha regresado con la sospecha de que –según le confiesa a un amigo- “la revolución de Octubre es el crimen más grande del siglo XX”. Pero la conclusión no viene sola. Junto con ella se siente impelido a revisar su propio pasado. Su acto de justicia poética se ha convertido en la prosa de la traición. Y la traición será uno de los temas centrales de su primera novela, “La broma”. Si antes imaginábamos a Kundera escribiendo desde la posición de víctima ahora no nos será difícil imaginarlo también en la del verdugo. Eso explicará mejor uno de los sarcasmos principales de la novela. Ludvik, el protagonista espera vengarse de su antiguo victimario seduciendo a su esposa para descubrir que a este –que tiene una amante joven- no sólo le importa poco lo que Ludvik haga con su mujer sino que además se ha convertido en el típico profesor progresista y liberal a los que los estudiantes buscan como referencia al criticar al régimen. No es difícil suponer como modelo de esta ironía la situación en que se encontraría el ex espía si decidiese ir a buscar a su delator –en caso de que supiera de quién se trataba-: un Kundera convertido en parte de la avanzada de la crítica intelectual al comunismo checo. Así veríamos a Kundera multiplicado en todos sus personajes, no sólo en las víctimas.
Podríamos dar un paso más allá y asomarnos a “La insoportable levedar del ser”. Allí Kundera le hace escribir a su protagonista, Tomas, un artículo sobre los desmanes de los comunistas. Contempla la posibilidad de que estos se refugien en una justificación última: no conocían el alcance de su error, como los torturadores de Cristo no sabían lo que hacían. Ni eso los puede exonerar –escribe Tomas en su artículo- porque recordando el caso de Edipo -quien mató a su padre y fornicó a su madre sin saberlo- al enterarse del alcance de sus actos se arrancó los ojos. Esto, dicho por un antiguo delator, convengámoslo, suena a expiación radical o a cinismo sin límites. Faltaba todavía una pieza y es la declaración de un amigo de aquél a quien supuestamente Kundera había hecho el favor de denunciar al ex novio de su chica. Según este el novio celoso le había confesado que él había ido a la comisaría a presentar la denuncia en nombre de Kundera, a la sazón presidente de la residencia estudiantil. Todavía podría objetarse algún cabo suelto (aunque valdría preguntarse por qué ese testimonio exculpatorio ha sido mucho menos difundido que la denuncia contra el escritor) pero ese argumento parece al menos verosímil. De cualquier manera Kundera no puede eludir la responsabilidad de haber creado una ficción donde todo esto pudiera ser creíble al margen de la realidad que lo inspirara. De haber creado una ficción más densa y potente que esa pobre realidad que -para nuestro alivio sentimental- ahora parece revelarse.

3 comentarios:

  1. Como dice el antiguo dicho: calumnia que algo queda. Ya se nos instala a todos la idea de que de verdad fue un delator, o por lo menos nos queda la duda. Cuantos papeles de mierda no te hacen firmar allá, a veces tras un interrogatorio en el que tan sólo dijiste: "no sé, quizás" por quitártelos de encima. En fin, que el pobre hombre, incomparable como escritor, ya anciano, no podrá quitarse nunca de encima este San Benito que le endilgan, mientras los verdaderos HP criminales siguen por ahí anónimos, haciendo de las suyas.

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  2. Algo que me llamó la atención fue el nombre de la revista checa que publicó ambos artículos: Respekt. Como no tengo conocimiento del idioma checo, usé Google para traducir la palabra (a la que me negaba a aceptar que fuese "respeto"), y encontré que quiere decir "considerar" (probablemente también "respeto", pero Google no la traduce así, por suerte).
    Y entonces me pregunto: ¿es que Respekt nunca consideró la enorme irresponsabilidad en la que incurría al publicar una información con tan poco rigor?
    ¿Es que Respekt no consideró cuán peligroso puede ser para Kundera el hecho de divulgar tan superficialmente un panfleto como este, especialmente si a Respekt se le considera como la de mayor prestigio intelectual en su país?
    Como consuelo, Respekt fue considerada y publicó así mismo los artículos exculpatorios.

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  3. No puedo juzgar pues no tengo suficientes elementos de juicio, pero como viví 20 años en la Cuba de los hermanitos Castro conozco que los aparatos represivos se sirven de chivatos o se los inventan para desacreditar a los opositores. En el caso Kundera no puedo opinar pues reconozco que soy un ignorante en la problemática checa. Solamente he estado cuatro días en Praga de paso a Budapest.
    Wesbri

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