Esta mañana a los 83 años murió Armando Tejuca, uno de los más reconocidos attrezzistas del teatro cubano y padre de uno de mis mejores amigos. Un hombre bueno y tranquilo que miraba con más extrañeza que rencor al mundo en que le había tocado formar su familia. Y que soportaba paciente las fiestas que en su casa improvisábamos con un entusiasmo casi tan devastador como el castrismo. En fin, un tipo bastante distinto al resto de los padres de mis compañeros de generación quizás porque venía de un tiempo distinto al del resto. Había presenciado un par de revoluciones y de ellas había aprendido que lo único bueno que traen es la alegría de las dos primeras horas, antes de que empiecen los linchamientos y el saqueo (un tipo cargando un bloque de mantequilla bajo el sol de agosto, ese era su recuerdo de la caída de Machado). Un día lo encontré deprimido en la cocina con el puño apretado alrededor de un pequeño envase. “Se me acabó el curry, Enrique ¿y ahora cómo voy a cocinar?” Yo, que era la primera vez que escuchaba nombrar esa especie, estallé en carcajadas. ¿Cómo era posible que entre las carencias más elementales a alguien se le ocurriera echar en falta algo tan exótico como el curry? Ahora se me antoja que aquél incidente de algún modo lo retrataba. Alguien que podía renunciar a cosas elementales pero no a cierto estilo, a ciertos ingredientes que a otros se les antojan superfluos. Llegó luego el tiempo en que me aficioné al curry hasta el punto en que tengo en mi cocina una decena de tipos diferentes. Debo reconocer que cuando alguno de ellos se agota me causa una tensión que me recuerda aquella crisis del viejo Tejuca. Y que no puedo evitar sonreírme al reconocer que en cierta forma era un iluminado, un adelantado a mi tiempo en el modo en que sólo lo pueden ser esos que se aferran a los placeres de toda la vida. Siempre lo recordaré, incluso cuando en mi despensa quede curry suficiente.
Blog personal y casi tan íntimo como una enfermedad venérea pensado también para liberar al pueblo cubano, aunque sea del aburrimiento. Contribuyentes: Enrisco (autor de “Obras encogidas” y “El Comandante ya tiene quien le escriba”), su alter ego, la joven promesa de más de cincuenta años, Enrique Del Risco. Espacio para compartir cosas, mías y ajenas, aunque prefiero que sean ajenas. Quedan invitados a hacer sus contribuciones, y si son en efectivo, pues mejor.
jueves, 19 de junio de 2008
Armando Tejuca, in memoriam
Esta mañana a los 83 años murió Armando Tejuca, uno de los más reconocidos attrezzistas del teatro cubano y padre de uno de mis mejores amigos. Un hombre bueno y tranquilo que miraba con más extrañeza que rencor al mundo en que le había tocado formar su familia. Y que soportaba paciente las fiestas que en su casa improvisábamos con un entusiasmo casi tan devastador como el castrismo. En fin, un tipo bastante distinto al resto de los padres de mis compañeros de generación quizás porque venía de un tiempo distinto al del resto. Había presenciado un par de revoluciones y de ellas había aprendido que lo único bueno que traen es la alegría de las dos primeras horas, antes de que empiecen los linchamientos y el saqueo (un tipo cargando un bloque de mantequilla bajo el sol de agosto, ese era su recuerdo de la caída de Machado). Un día lo encontré deprimido en la cocina con el puño apretado alrededor de un pequeño envase. “Se me acabó el curry, Enrique ¿y ahora cómo voy a cocinar?” Yo, que era la primera vez que escuchaba nombrar esa especie, estallé en carcajadas. ¿Cómo era posible que entre las carencias más elementales a alguien se le ocurriera echar en falta algo tan exótico como el curry? Ahora se me antoja que aquél incidente de algún modo lo retrataba. Alguien que podía renunciar a cosas elementales pero no a cierto estilo, a ciertos ingredientes que a otros se les antojan superfluos. Llegó luego el tiempo en que me aficioné al curry hasta el punto en que tengo en mi cocina una decena de tipos diferentes. Debo reconocer que cuando alguno de ellos se agota me causa una tensión que me recuerda aquella crisis del viejo Tejuca. Y que no puedo evitar sonreírme al reconocer que en cierta forma era un iluminado, un adelantado a mi tiempo en el modo en que sólo lo pueden ser esos que se aferran a los placeres de toda la vida. Siempre lo recordaré, incluso cuando en mi despensa quede curry suficiente.
Que descanse en Paz
ResponderEliminarSeguramente fue un buen hombre, porque el hijo es un gran tipo. Un abrazo en su dolor.
ResponderEliminarGeandy
sabes que me has hecho reir un dia como hoy, de veras que lo mas notable en la vida de mi viejo era lo que para nadie resultaba importante, y que mejor que un pequeno articulo como este para describirle.
ResponderEliminarfijate, si alguien hace un libro sobre él no le hace tanto homenaje como estas palabras
un fuerte abrazo y gracias Geandy
les quiere
el teju
Mi amigo era único, una gran persona y un maestro
EliminarMi más sentido pesame a la familia y amistades.
ResponderEliminarDetrás de un buen hombre siempre quedarán unos buenos recuerdos.
Que en paz descanse.
Eso es lo que queda de un hombre bueno...Buenos recuerdos. Es ley de la vida, pero que lindo cuando alguien nos recuerde como lo ha hecho Enrisco. Lo siento como cada uno de nosotros, como yo mismo, cuando perdi al mio en la distancia, pero me alegra que se le recuerde asi. Que descanse en paz
ResponderEliminarCondolencias a los Tejucas y muy bonita tu despedida.
ResponderEliminarTe comento lo que le comente ya a Armando, que por la edad que tenemos los que ahora estamos fuera, en los proximos 5-10 años vamos a todos a pasar por momentos similares. Los que han podido llevarse a su familia consigo, pues no tanto asi. Los que hemos dejado a los padres alli vamos a recibir ese terrible e-mail un dia y vamos a sentir lo que se siente cuando no se puede volver alli para asistir al hospital, al velorio, al entierro, a estar con la familia. Se acuerdan de aquella escena en "Tango, el exilio de Gardel" en la que el tipo llama desde un telefono trucho y le dicen "mama fallecio"?
ResponderEliminarÑo! Me llegaste al corazon mi socio. Que en paz descanse. El ultimo 31 de diciembre estuve en Cuba, a las 3 de la tarde le di botella a un señor de aproximadamente 60 años en vez de a las tres presuntas jinetas que estaban en el semaforo (no porque sea malo darles botella, lo malo es usarlas). El habia caminado la mitad de la Habana buscando perejil y pimienta para un pollo que su esposa iba a asar. No habia encontrado nada. Lo pase por casa de mis padres, alli teniamos algo parecido. El hombre se fue feliz, es eso, un detalle completa tu vida, un detalle diferente en cada quien, de ahi la BELLEZA de la libertad. Por cierto nunca me ha gustado el curry. El espia de Ichi.
ResponderEliminar