Uno de los refugios de mi niñez y mi adolescencia fue DDT, publicación humorística adscrita al Juventud Rebelde pero cuyos caricaturistas parecían venir de otro planeta: Hernán H. con su Gugulandia (se fue a Estados Unidos en el 80, cuando el Mariel), Padroncito, Manuel, Carlucho y Ajubel. Ajubel fue el último en llegar pero no tardó en convertirse en uno de los favoritos del público y los jurados. A cada rato ganaba un premio internacional con aquellos dibujos repletos de ingenio y poesía. En Cuba me crucé varias veces con aquella variante tropical de Groucho Marx pero no recuerdo que hayamos hablado mucho. Por fin nos encontramos en España en un encuentro memorable sobre todo para él. Yo encantado de encontrarme con alguien que admiraba desde hacía tanto tiempo me lo llevé a un bar y así hablando se nos fue la noche. Me hablaba de su hija y de su mujer que en aquellos días estaba embarazada. “En cualquier momento da a luz” me decía a cada rato mirando hacia la puerta del bar. Al final de la noche zigzagueando llegamos hasta la entrada de su apartamento. Años después me enteré del final de la historia. Sí, su mujer a esa hora tenía dolores de parto y Ajubel debió aguantarle la previsible descarga por haberse ido de copas mientras ella estaba a punto de parir. Ajubel atinó a pedirle a una vecina que le preparara un café para reanimarse y poder llevar a su mujer al hospital. El parto por suerte transcurrió con normalidad. Fue una niña, como la anterior, preciosa, como pude comprobar con posterioridad, en la siguiente visita que le hice mientras me comentaba el final de aquella noche. Traté de ser agradable con la mujer pero dudo haberle caído simpático. Cada vez que me miraba parecía estar recordando el disgusto de aquella noche. Por si acaso cuando bajamos a tomar algo lo que pedimos fue helado.
Hace mucho que no lo veo aunque mantenemos contacto esporádico. Sé de sus premios, sus caricaturas e ilustraciones. Hoy me mandó por enésima vez la dirección de su sitio web, desnuda y sola, como si eso lo dijera todo. Y sí, por los dibujos e ilustraciones se le nota que sigue imaginativo como siempre y feliz como nunca.
El primer número de el DDT que salió sin "Gugulandia" en su última página, traía una nota que quería ser graciosa, diciendo que "Hernán H. estaba berreao porque ellos no le pagaban las colaboraciones". El segundo fué aún peor: Traía un patrón de puebas de la tv "mientras tanto" se les ocurría algo mejor. Para mí el DDT nunca fué igual después de eso. porque esa última página de Hernán era como el broche de oro que, no importando cómo hubiera sido aquella jornada (lectura del "suplemento humorístico"), la cerraba felizmente.
ResponderEliminarAún así el DDT fué siempre uno de mis disfrutes, Junto con el semanario Pionero. Pero ése, de antes de 1972 por lo menos.
Que buen chiste éste, no lo había visto en mi gué, gracias loco por esta publicidad! suerte
ResponderEliminarAjubel