No estoy de acuerdo con ele kobio cuando dice que “no le dan pena los castristas vencidos” (parodiando aquél verso célebre de Guillén que decía “no me dan pena los yogures vencidos”). No estoy de acuerdo por la sencilla razón de que el castrismo es inmune a la derrota. Y no me refiero tanto al castrismo como régimen que en medio del desmoronamiento de todo lo que no concierna a la retención de poder se proclama vencedor moral de no se sabe qué difuso enemigo como al personal y portátil con el que carga cada castrista, consciente o no de serlo. No pienso aquí en el castrismo como modelo ideológico o desviación moral sino más bien como una curiosa modalidad de desequilibrio afectivo. El de personas que por incómodo que el castrismo les pueda resultar en su vida cotidiana buscan en él lo que la democracia más perfecta no le podrá nunca dar: sentido a su existencia, un sentido profundo, ajeno a la banalidad capitalista junto a otro sentido, el de pertenencia a algo (“a un proyecto” dicen los más sutiles entre ellos y luego lo repiten los demás).
Se puede ser un castrista sentimental y abominar de los desfiles, las fiestas de los CDR pero llegado el momento la palabra “unidad” convoca sus almas sin que tengan que soportar los olores y gritos vulgares de las coreografías colectivas. Hay una melancolía permanente en esos castristas sentimentales, no siempre justificada por las humillaciones que deben soportar a cada rato en nombre del “proyecto” o de la dignidad de la nación. Pero no por ello son menos tenaces en cualquier circunstancia. No importa si están cerca o lejos de la isla, se dan por cumplidos si hacen notar la incomodidad que les produce el mundo exterior o en descubrir las más sorprendentes y nimias satisfacciones que les produce el interior (sí, siempre terminan quedándose con esas pequeñas cosas o inhibiéndose en tierra firme: si tienen alguna ideología está resumida en un par de canciones de Pablito o en una estrofa de Silvio). Su estado natural es la nostalgia. Ya sea por los 80 con sus huevos al por mayor y sus hoteles más o menos accesibles o los 60 con su entusiasmo; o en el futuro en el que sentirán nostalgia por un tiempo en el que si algo no faltaba era seguridad al cuerpo y al alma. (En eso nuestros castristas no se distinguirán demasiado de los nostálgicos de Franco o Pinochet excepto en el repertorio musical). No, no conocen la derrota. Si acaso, como ahora en la resaca de la renuncia de quien da nombre a su síndrome, conocerán la orfandad.
Los castristas sentimentales hablan de los logros de la revolución como otros hablan de la habilidad para arreglar motores que tenía su padre, ese que un día fue a comprar cigarros y no regresó cuando lo cierto es que hace años que en la casa ningún motor funciona. Cada cual a su modo ha intentado crecer pero siempre se sentirán pequeños ante Aquél que secretamente emulan. Por eso no pueden entender a quienes pretender zafarse de esa tutela y los miran en el mejor de los casos como niños descarriados y absurdos. Y por razones parecidas desprecian a aquella masa que públicamente defienden. No son oportunistas no, y encima suelen ser ascéticos y pasear con abrigos desgarbados por las calles de Nueva York, París o Berlín de modo que pueda notárseles mejor su grandeza interior.
Pero sucede que esa grandeza, como el abrigo, es prestada y nunca se alejarán demasiado del centro emisor de esa grandeza (tratarán de llamarle patria o cultura o utopía para que suene más elegante) por miedo a sentirse solos y desnudos sin remedio. En estos días que languidece esa figura tutelar se apresurarán a acusar a sus contradictores (no sin razón en muchos casos) de una orfandad inversa a la que ya empiezan a sentir. No estoy seguro si me darán lástima o no pero lo cierto es que gente así nunca abandonará su ilusión por el “proyecto”. Es preferible –se dirán- tener el alma de luto que vacía. Y ya es muy tarde para convencerlos de que el alma requiere de una dieta más variada.
Coda: Apartando a oportunistas y cobardes (sobre los que puede decirse muy poco que no pueda resolverse con esas mismas definiciones) estos melancólicos me recuerdan un viejo cuento con los que se esperaba educarnos en aquellas escuelas primarias del castrismo clásico. Era un cuento soviético y hablaba de un niño al que un compañero de juegos había hecho dar su palabra de honor (o de pionero, no recuerdo bien) de que se mantendría de guardia en el parque hasta que vinieran a relevarlo. Pasan las horas y el niño se mantiene de pie haciendo guardia, aterido de frío sin que el supuesto relevo aparezca. Al fin un transeúnte le pregunta qué hace allí y el niño le explica. El hombre trata de convencerlo de que se trata sólo de un juego, que seguramente los niños que le encomendaron hacer guardia estarán en sus casas calentitos pero el niño se aferra a la palabra empeñada. Por fin el hombre, convencido de la firmeza del muchacho busca a un policía y le explica la situación. El policía va entonces hasta el muchacho y le dice que él es un oficial superior y ha venido a informarle que su turno de guardia ha terminado tras lo cual el niño medio congelado entiende que ya no se trata de romper con su palabra sino de acatar nuevas órdenes y haciendo un saludo marcial se marcha. El cuento terminaba, si no recuerdo mal, con el hombre que había ido en busca del policía admirado ante la firmeza del niño.
De más está decir que no era un cuento destinado a enaltecer nuestra firmeza sino a reafirmarnos la docilidad. A los melancólicos sinceros, (alguno tendrá que haber), no los veo muy diferentes a aquél niño aunque no me despierten precisamente admiración. Ya no somos niños, hace mucho tiempo todos hemos visto que todo no se trata más que de un juego. Los que dieron la orden original están calentitos en su casa o simplemente muertos mientras nuestros melancólicos no hacen más que aferrarse a viejas consignas, a las viejas palabras empeñadas, como a un instinto en el que al parecer les va casi todo, empezando por su propia idea de sí mismo. Sólo les digo esto: la realidad no es tan generosa como el cuento. Si aparece un nuevo policía será para decirles que todavía les quedan unas cuantas horas de guardia.
Se puede ser un castrista sentimental y abominar de los desfiles, las fiestas de los CDR pero llegado el momento la palabra “unidad” convoca sus almas sin que tengan que soportar los olores y gritos vulgares de las coreografías colectivas. Hay una melancolía permanente en esos castristas sentimentales, no siempre justificada por las humillaciones que deben soportar a cada rato en nombre del “proyecto” o de la dignidad de la nación. Pero no por ello son menos tenaces en cualquier circunstancia. No importa si están cerca o lejos de la isla, se dan por cumplidos si hacen notar la incomodidad que les produce el mundo exterior o en descubrir las más sorprendentes y nimias satisfacciones que les produce el interior (sí, siempre terminan quedándose con esas pequeñas cosas o inhibiéndose en tierra firme: si tienen alguna ideología está resumida en un par de canciones de Pablito o en una estrofa de Silvio). Su estado natural es la nostalgia. Ya sea por los 80 con sus huevos al por mayor y sus hoteles más o menos accesibles o los 60 con su entusiasmo; o en el futuro en el que sentirán nostalgia por un tiempo en el que si algo no faltaba era seguridad al cuerpo y al alma. (En eso nuestros castristas no se distinguirán demasiado de los nostálgicos de Franco o Pinochet excepto en el repertorio musical). No, no conocen la derrota. Si acaso, como ahora en la resaca de la renuncia de quien da nombre a su síndrome, conocerán la orfandad.
Los castristas sentimentales hablan de los logros de la revolución como otros hablan de la habilidad para arreglar motores que tenía su padre, ese que un día fue a comprar cigarros y no regresó cuando lo cierto es que hace años que en la casa ningún motor funciona. Cada cual a su modo ha intentado crecer pero siempre se sentirán pequeños ante Aquél que secretamente emulan. Por eso no pueden entender a quienes pretender zafarse de esa tutela y los miran en el mejor de los casos como niños descarriados y absurdos. Y por razones parecidas desprecian a aquella masa que públicamente defienden. No son oportunistas no, y encima suelen ser ascéticos y pasear con abrigos desgarbados por las calles de Nueva York, París o Berlín de modo que pueda notárseles mejor su grandeza interior.
Pero sucede que esa grandeza, como el abrigo, es prestada y nunca se alejarán demasiado del centro emisor de esa grandeza (tratarán de llamarle patria o cultura o utopía para que suene más elegante) por miedo a sentirse solos y desnudos sin remedio. En estos días que languidece esa figura tutelar se apresurarán a acusar a sus contradictores (no sin razón en muchos casos) de una orfandad inversa a la que ya empiezan a sentir. No estoy seguro si me darán lástima o no pero lo cierto es que gente así nunca abandonará su ilusión por el “proyecto”. Es preferible –se dirán- tener el alma de luto que vacía. Y ya es muy tarde para convencerlos de que el alma requiere de una dieta más variada.
Coda: Apartando a oportunistas y cobardes (sobre los que puede decirse muy poco que no pueda resolverse con esas mismas definiciones) estos melancólicos me recuerdan un viejo cuento con los que se esperaba educarnos en aquellas escuelas primarias del castrismo clásico. Era un cuento soviético y hablaba de un niño al que un compañero de juegos había hecho dar su palabra de honor (o de pionero, no recuerdo bien) de que se mantendría de guardia en el parque hasta que vinieran a relevarlo. Pasan las horas y el niño se mantiene de pie haciendo guardia, aterido de frío sin que el supuesto relevo aparezca. Al fin un transeúnte le pregunta qué hace allí y el niño le explica. El hombre trata de convencerlo de que se trata sólo de un juego, que seguramente los niños que le encomendaron hacer guardia estarán en sus casas calentitos pero el niño se aferra a la palabra empeñada. Por fin el hombre, convencido de la firmeza del muchacho busca a un policía y le explica la situación. El policía va entonces hasta el muchacho y le dice que él es un oficial superior y ha venido a informarle que su turno de guardia ha terminado tras lo cual el niño medio congelado entiende que ya no se trata de romper con su palabra sino de acatar nuevas órdenes y haciendo un saludo marcial se marcha. El cuento terminaba, si no recuerdo mal, con el hombre que había ido en busca del policía admirado ante la firmeza del niño.
De más está decir que no era un cuento destinado a enaltecer nuestra firmeza sino a reafirmarnos la docilidad. A los melancólicos sinceros, (alguno tendrá que haber), no los veo muy diferentes a aquél niño aunque no me despierten precisamente admiración. Ya no somos niños, hace mucho tiempo todos hemos visto que todo no se trata más que de un juego. Los que dieron la orden original están calentitos en su casa o simplemente muertos mientras nuestros melancólicos no hacen más que aferrarse a viejas consignas, a las viejas palabras empeñadas, como a un instinto en el que al parecer les va casi todo, empezando por su propia idea de sí mismo. Sólo les digo esto: la realidad no es tan generosa como el cuento. Si aparece un nuevo policía será para decirles que todavía les quedan unas cuantas horas de guardia.
codifero, borraste los comments.
ResponderEliminarEsta opinión no merece ser la primera porque va en otra dirección, bastante alejada de lo que creo que pretende tu nueva versión.
ResponderEliminarCompartí tu añadido con alguien que conoce el cuento mejor que nosotros y lo ve de otra manera. El cuento a que haces referencia se titula “Palabra de Honor”. Te retransmito los siguientes comentarios, con relación al cuento:
¨Crecí leyendo ese cuento de Alexey Ivanovich Panteleev, me encantaba de niña, lo he leído y releído muchísimas veces y aún hoy en día en muchas situaciones tensas, difíciles, cuando se hace necesario enfrentar decisiones importantes, asumir retos, lo recuerdo.
Pero no comparto esa interpretación, cito: DE MÁS ESTÁ DECIR QUE NO ERA UN CUENTO DESTINADO A ENALTECER NUESTRA FIRMEZ SINO A REAFIRMARNOS LA DOCILIDAD. Es muy superficial, no es ni remotamente la que recibí del cuento. No descarto la posibilidad que la traducción al castellano fuera mala, como tantas otras… y que se haya disuelto la idea en ella, algo que ocurre muy a menudo también…
La idea central del cuento, según mi opinión, es lealtad y fidelidad a la palabra empeñada, lealtad y fidelidad por encima de todo! Y por encima de todo el HONOR: es algo que solamente los rusos podrán entender. Si no fuera por ese sentido del HONOR (tengo que repetirlo nuevamente, es el término que lo describe!) los rusos no hubiesen ganado la Segunda Guerra Mundial. Es un paralelo superficial¨
Pues dentro del psicoanalisis eso se llama alienacion con la ley. La persona se anula asi misa porque se identifica totalmente con la instancia de la ley (o la letra) y no se permite un lugar de exterioridad con respecto a esta desde el cual pueda decirse "esto no tiene sentido". Creo que la interpretacion de Enrisco va en la direccion de la sanidad mental, de la separacion con lo mortifero de la ley que le manda al pobre chama a hacer algo que solo desde un lugar muy pero muy neurotico puede ser percibido como "honor" pero que no es mas que la instancia supeyoica con sus controles sobre el deseo, lo individual, la razon, etc.
ResponderEliminarCoincido con la opinión del anónimo de las 17:22. Era de respetar la palabra de lo que se trataba el cuento. Ese invento de traer por los pelos algo que no viene al caso, al menos esta vez; ha sido poco feliz.
ResponderEliminarA cada rato el enrisco patina, debe ser porque decidió hacerse escritor y ¨opinador¨ despues de grande y viejo. Me acuerdo ahora de algo que leí, donde un emigrado había conocido que un norteamiericano comía, como promedio, no sé cuantos kilos de pescado al año y el hombre (que quería ser americano a cualquier costo) cada inicio de año se metía la misma cantidad para ir cumpliendo condiciones.
Buen esfuerzo el de enrisco: meterse a la cañona cuanta literatura le aconsejaron para parecer culto.
¿a qué coemntarios se refiere el ELE KOBIO? me quedé botao
ResponderEliminarpodrian aclarar esto...desde que omar escribio esa longaniza que no se entendia nada y ahora con esto de si es el honor o la neurosis, una como que se queda en la botadera.
ResponderEliminarBueno, esta bien recordarlo "cuando se hace necesario enfrentar decisiones importantes, asumir retos" pero ese ninito se queda esperando por la tonteria de los otros. Eso, desde mi punto de vista, no es un reto. Yo no me quedaria esperando cuando a algun cretino me dice que espere asi por gusto.
ResponderEliminar"codifero, borraste los comentarios": Enrisco censor! LO mejor que haces es escribir algo sobre la CENSURA!
ResponderEliminar...espero que los que critican la interpretación enrisquiana del cuentoski sean de los que no se fueron de cuba porque un día cuando eran niños gritaron seremos como el che... aunque pensándolo bien el cheo fue uno de los pioneros (nunca mejor dicho) en la bolaíta de salir del islote con papeles falsos, pelucas canosas, acentos vagamente vagos... un precursor. en todo caso, a los seguidores de panteleev les declaro mi admiración irrestricta y si los veo por ahí congelándose en un parque les prometo llevarles café, lo mismo de starbucks que de calzada y k, lo que me quede más cerca. los admiro porque para admirar a panteleev hoy en día hay que tener los panteleevs bien puestos, y no sólo eso. hay que haber visto muchos dramas de guerra de mosfilm, haberse echado cuatro o cinco veces 17 instantes de una primavera, haber meditado profundamente, mirando a las estrellas en guanabo, que el mundo es azul como decía el camarada gagarin, haber llorado junto con el osito misha después de emocionarse con somos hombres soviéticos, y pasarse las tardes recomponiendo julitro el pecador con fragmentos de youtube, para recurrir a panteleev en los momentos duros de la vida. y encima de todo lo anterior, se precisa lo que san juan llamaba un no sé qué que se alcanza por ventura, o lo que el tosco llamaba un lelolei lelolaila, o llevar en el alma la bayamesa, qué sé yo. lo digo porque aunque, salvo por lo de julitro en youtube yo pasé por casi todas las condiciones mencionadas, y sin embargo, cuando estoy "en situaciones tensas, difíciles, cuando se hace necesario tomar decisiones importantes, asumir retos", no sé por que siempre lo que me viene a la mente no es panteleev, sino ferdinando. y cuando el reto no es tan decisivo, recurro a renée mendez capote.
ResponderEliminarA mi me parece, Cub Asno, que usted 'adolesce' de un extremismo de derechas soliviantado por venti de starbucks. Esas obras de los maestros sovieticos nos resuenan a muchos a pesar de que no compartamos los ideales del pasado. No hay que botar al bebe con el agua sucia. No sea tan cub, sea mas asno.
ResponderEliminaruse el cuento de Panteleev como ilustracion de lo que trataba de decir sin imaginar que estaba metiendome con un texto inspiracional, sagrado casi lo cual me confirma que tenia mas razon de la que imaginaba.
ResponderEliminarsi, esa es na etapa inspiracional para muchos de nosotros que aun nos llamamos patriotas.
ResponderEliminarasere, asi mismo es, aparecieron los melancolicos... AnonimA
ResponderEliminar"para muchos de nosotros que aun nos llamamos patriotas". uhmm. hay cosas como el amor patrio que si se tienen, deben, en mi opinion, llevarse con cierto pudor. hay algo ridiculo en nombrar lo irremediable. son amores que se llevan en silencio, en lo intimo como medio de conservar y respetar el hechizo. por eso lo patriotas autotitulados siempre me han dado cierto repeluz, los he sospechado falso. pero asi soy yo que en el fondo soy medio calvinista. lo que si no entiendo es como alguien que ama tanto a su patria se queda en silencio y hasta aplaude cuando alguien se dedica a destruirla sistematicamente durante medio siglo con el pretexto de defenderla de otros. no entiendo el patriotismo de los que apoyan a un regimen que ha convertido un pais que antes recibia inmigrantes de todas partes en un lugar inhabitable del que la mitad de la poblacion quiere huir si no lo ha hecho ya. si eso es ser patriota por favor, llamenme apatrida. se lo voy a agradecer.
ResponderEliminares que hay solo una manera de ser patriota? no eran los anexionistas patriotas con solucion diferente? no se puede ser patriota comunisa?
ResponderEliminarinsisto, no me considero patriota ni aspiro a que me consideren como tal de modo que mi acercamiento al tema es bastante desinteresado. hubo nuna epoca en que habia dentro de Cuba espacio para todo tipo y ahi estan los debates de la constitucion del 40 que dan fe de ello. los que impusieron una sola forma de ser patriota (o mas exactamente, de ser cubano) fueron Castro y su gente. solo los "revolucionarios" (o sea, los obedientes) eran merecedores de ser considerados cubanos algo que en lo basico no ha cambiado. por una cuestion de precision de terminos me preguntaba si aceptar un estado de cosas en el que solo parecen sentirse a gusto el marabu y algunos castristas debe considerarse patriotismo. aca tenemos un comentador, comunista confeso, Infortunato, al que al parecer tampoco le dejaban ejercer su patriotismo en su pais. definitivamente no soy yo quien ha impuesto un modo de interpretar el patriotismo pero no se si es mucho pedir que ese amor patrio no se pudiera traducir en el deseo que esta se vuelva mas o menos habitable. recuerdo el orgullo de mi abuela de ser la primera de una familia canaria en nacer en Cuba. hoy ese orgullo en que todo el mundo anda buscando un abuelo extranjero para acogerse a su nacionalidad resulta bastante anacronico.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarlauzan: quitanos la paja y que nos queda? la mano vacia, engarrotada. ayer mi hija se estaba riendo con tu Van Gogh y de como le salia una flor por la oreja. los proximos post los dedicaremos a temas de salud. es que sin querer uno toca teclas muy sensibles. saludos.
ResponderEliminarque bien se ve que el exilio y sus bondades afectan la vision del mundo y con ella se olvidan las memorias y nos dedicamos a pintar vangos en vez de cosas del sueo patrio. Es otra generacion, es otro momento. otro de los danos de Fidel. Nosotros, los de entonces, si seguimos siendo los mismos.
ResponderEliminarno entiendo nada...ete blog se ha puesto heavy
ResponderEliminarVeo que aqui algunos se lo han tomado muy a pecho. El adoctrinamiento que subyacía en ese cuento y muchos otros parecido era innegable ¿por que´no reconocerlo?
ResponderEliminarEl Rey Leon tambien adoctrina, no?
ResponderEliminaray no, asi suena feo. layonking me gusta mas.
ResponderEliminarno es el mismo llanto el que provoca, caballero. sobre todo si estas en disney.
que no los ciegue la melancolia.
Enrisco,
ResponderEliminaralguien dijo aquello de: "el patritismo es el ultimo refugio de los canallas". Estoy de acuerdo con esto. En nombre del patritismo han destruido esa Cuba de que tu hablas que recibia emigrantes. Y lo mas terrible aun es, que le han comido el cerebro a 3 generaciones de cubanos. Hay que hacer un lavado de cerebro general en Cuba cuando esta pesadilla termine.
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