A partir de un artículo de Pablo de Cuba Soria en El Nuevo Herald y las consiguientes respuestas de Belkis Cuza Malé, Jorge Luis Arcos y Nicasio Silverio comienza a generarse un debate en torno al poeta Heberto Padilla. La respuesta fuera de tono de Belkis Cuza Malé parece darle la razón al iniciador del debate. Al querer la ex esposa de Padilla convertir en agente castrista a todo el que cuestione la calidad poética de su ex marido afirma sin querer la necesidad de esos cuestionamientos pero al mismo tiempo enturbia el sentido del debate. A Belkis Cuza Malé se le escapa la principal debilidad del artículo de Pablo de Cuba: fuera de algunas frases rotundas (pero no por ello especialmente sustanciosas) nos convence de poco más que de su derecho a cuestionar la calidad poética de Padilla. Nos dice un par de veces que el título de “El hombre junto al mar” es ridículo (lo cual es cierto) pero otro tanto se puede decir del nombre del autor del artículo cuya unica justificación aceptable es que nació con él y no se trata de un seudónimo que le sentaría mejor a un repentista de Palmas y Cañas o a un pianista de un restaurante de Miami. (Justificación ya que no disculpa porque podria usar cualquier otro nombre, aunque sea “Neftalí Reyes”). Su artículo se resiente por esa obsesión canónica que tanto aqueja a nuestros escritores en estos tiempos y en el empeño de resolverlo todo con el dictamen de que se trata de un poeta menor. Es esa una solución fácil pero engañosa si se piensa en la dificultad de encontrar en Cuba a algún poeta post Lezama que escape del todo a la vaga maldición de poeta menor. Dando por sentado la pertinencia de cuestionar la calidad poética de Padilla -o su necesaria impertinencia- queda ese otro problema que resume Pablo de Cuba cuando se pregunta retóricamente: “¿se sostiene la obra de Heberto Padilla más allá del entramado político en el que se halla sumergida hasta hoy?” Intuyo que esa pregunta de algún modo quiere incluir una cuestión más vasta: ¿puede la poesía aproximarse a la política sin comprometer definitivamente su calidad o su autonomía? Que el entramado al que se refiere Pablo de Cuba Soria se haya sostenido tanto tiempo –al punto que de circunstancia se haya convertido en naturaleza- explica la persistencia del fervor con que todavía muchos lectores –incluso los que habitualmente eluden la poesía- se acercan a los poemas de Padilla, un fervor muy parecido a aquél con el que, según Borges, los libros se convierten en clásicos. Puesto a escoger yo preferiría que las causas de ese fervor, que según Pablo etc… descansan en ese entramado desaparezcan junto con el entramado de marras pero si de lo que se trata es de crear un conjuro que pretenda anular al poeta y con ello las causas de su fama (esto es, el dichoso entramado) me parece un procedimiento un poco chungo. Más tarde vuelvo sobre el tema-caso Padilla.
Blog personal y casi tan íntimo como una enfermedad venérea pensado también para liberar al pueblo cubano, aunque sea del aburrimiento. Contribuyentes: Enrisco (autor de “Obras encogidas” y “El Comandante ya tiene quien le escriba”), su alter ego, la joven promesa de más de cincuenta años, Enrique Del Risco. Espacio para compartir cosas, mías y ajenas, aunque prefiero que sean ajenas. Quedan invitados a hacer sus contribuciones, y si son en efectivo, pues mejor.
jueves, 19 de julio de 2007
Padilla, un caso
A partir de un artículo de Pablo de Cuba Soria en El Nuevo Herald y las consiguientes respuestas de Belkis Cuza Malé, Jorge Luis Arcos y Nicasio Silverio comienza a generarse un debate en torno al poeta Heberto Padilla. La respuesta fuera de tono de Belkis Cuza Malé parece darle la razón al iniciador del debate. Al querer la ex esposa de Padilla convertir en agente castrista a todo el que cuestione la calidad poética de su ex marido afirma sin querer la necesidad de esos cuestionamientos pero al mismo tiempo enturbia el sentido del debate. A Belkis Cuza Malé se le escapa la principal debilidad del artículo de Pablo de Cuba: fuera de algunas frases rotundas (pero no por ello especialmente sustanciosas) nos convence de poco más que de su derecho a cuestionar la calidad poética de Padilla. Nos dice un par de veces que el título de “El hombre junto al mar” es ridículo (lo cual es cierto) pero otro tanto se puede decir del nombre del autor del artículo cuya unica justificación aceptable es que nació con él y no se trata de un seudónimo que le sentaría mejor a un repentista de Palmas y Cañas o a un pianista de un restaurante de Miami. (Justificación ya que no disculpa porque podria usar cualquier otro nombre, aunque sea “Neftalí Reyes”). Su artículo se resiente por esa obsesión canónica que tanto aqueja a nuestros escritores en estos tiempos y en el empeño de resolverlo todo con el dictamen de que se trata de un poeta menor. Es esa una solución fácil pero engañosa si se piensa en la dificultad de encontrar en Cuba a algún poeta post Lezama que escape del todo a la vaga maldición de poeta menor. Dando por sentado la pertinencia de cuestionar la calidad poética de Padilla -o su necesaria impertinencia- queda ese otro problema que resume Pablo de Cuba cuando se pregunta retóricamente: “¿se sostiene la obra de Heberto Padilla más allá del entramado político en el que se halla sumergida hasta hoy?” Intuyo que esa pregunta de algún modo quiere incluir una cuestión más vasta: ¿puede la poesía aproximarse a la política sin comprometer definitivamente su calidad o su autonomía? Que el entramado al que se refiere Pablo de Cuba Soria se haya sostenido tanto tiempo –al punto que de circunstancia se haya convertido en naturaleza- explica la persistencia del fervor con que todavía muchos lectores –incluso los que habitualmente eluden la poesía- se acercan a los poemas de Padilla, un fervor muy parecido a aquél con el que, según Borges, los libros se convierten en clásicos. Puesto a escoger yo preferiría que las causas de ese fervor, que según Pablo etc… descansan en ese entramado desaparezcan junto con el entramado de marras pero si de lo que se trata es de crear un conjuro que pretenda anular al poeta y con ello las causas de su fama (esto es, el dichoso entramado) me parece un procedimiento un poco chungo. Más tarde vuelvo sobre el tema-caso Padilla.
Enrisco, podías regalarme un ejemplar? Soy pobre y no puedo comprarlo. En serio te digo.
ResponderEliminarQuise decir un ejemplar de tu libro "Leve Historia de Cuba."
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