viernes, 20 de julio de 2007

Chick Ferrari 14 (FINAL)


Capítulo XIV

Bajo el empuje de sus atacantes Chick ha caído en el suelo. Cada intento por defenderse de sus mordidas es inútil. O visto de otro modo, es muy útil para que sus atacantes se multipliquen instantáneamente. Cada golpe que lanza contra estos no consigue otra cosa que acrecentar su número. De hecho, ya el cuerpo de Chick ha desaparecido bajo una treintena larga de chiquillos que se le echan encima.
-¡Vamos Chick que tú puedes!- grita el Medio Lamo-azafata en un rapto de optimismo. Ha apostado todo lo que tiene (su cuerpo para ser exactos) a favor de Chick. Si pierde deberá masticarse a sí mismo para que el caníbal desdentado con el que hizo la apuesta se lo pueda tragar sin problemas.
Mientras tanto, Chick, mordido por todas partes, está a punto de darse por vencido.
Ya se ha dado por vencido. Para que no queden dudas se ha metido las manos en los bolsillos y así dar a entender que no piensa hacer nada más en su defensa. Es entonces que sus dedos tropiezan con los caramelos que la azafata le ha dado como casi póstumo regalo. Sin tener muy claro por qué, Chick toma un puñado de caramelos y los lanza al aire. Por unos segundos sus atacantes dejan de serlo para disputarse los caramelos, pero una vez devorados estos vuelven a lanzarse con los dientes en ristre sobre la carne de Chick. El detective en ese mismo instante atina a formular la siguiente conclusión: “El Mal es de apariencia insignificante, se reproduce al menor contacto... y le encantan los caramelos” tras lo cual piensa que si sobrevive a esta experiencia toda esa sabiduría acumulada podrá servirle de algo. Lanza otro puñado de caramelos pero se da cuenta de que el alivio es demasiado fugaz para buscar alguna esperanza en él. Entonces recuerda una frase que oyera alguna vez en los labios de su abuela y en cuyo significado nunca había logrado penetrar. La frase es esta: “haz bien y no mires a quien”. Chick, cerrando bien los ojos empieza a repartir caramelos a diestra y siniestra. En ese instante es que logra lo que de ningún otro modo hubiese conseguido.
El Mal, repartido ahora en medio centenar de chiquillos, luego de tragar los caramelos que les lanza Chick empieza a reducirse en el cuerpo de cada uno de sus representantes hasta desaparecer...
“El Mal es diabético” concluirá Chick más adelante.
Pero ahora Chick sigue todavía con los ojos cerrados esperando el próximo ataque del Mal. Entonces se siente zarandeado de un lado a otro hasta que reconoce la voz de Ford K. Brown en las siguientes palabras:
-¡Hemos ganado Chick! ¡El Mal ha sido derrotado!
-¿Y cómo anda tu apetito? ¿No te quedan ganas de comerme?
El rostro perplejo de Ford K. Brown le revela a Chick que el jefe de los Generosos Caníbales del Espacio ha perdido el gusto por la carne humana. Bueno, no del todo, porque en lugar de las mordidas que cabía esperar, Chick recibe un andanada de besos y abrazos por parte del jefe de los caníbales y sus seguidores.
-¡Somos y seremos eternamente buenos y nadie en esta galaxia podrá impedirlo!
-¡Viva nuestra eterna bondad!
A duras penas Chick logra escurrírsele a los ex -caníbales y reunirse con sus compañeros de viaje que, extrañamente, no están entregados a las muestras de amor al prójimo que ha contagiado a los caníbales.
-¿Ahora qué se supone que ocurra? ¿El bien durará eternamente? –pregunta Chick- ¿Tendremos que abrazarnos y besarnos todo el tiempo hasta el fin de nuestros días?
-Tampoco tienes que envanecerte demasiado, Chick -le dice el sordo ateo que parece bastante mejorado de su oído o está prestando más atención de la habitual al movimiento de los labios del detective.– El alcance de tu victoria sobre el Mal es limitado. Sólo durará un par de milenios y su área de influencia se limita a esta galaxia.
“¿Cómo hará para estar tan bien informado?” se pregunta Chick y ahora comienza a sospechar si el sordo ateo no tendrá comunicación telepática permanente con radio Celestial, la emisora que conduce San Pedro en persona. No obstante, prefiere no preguntarle. No quiere dejar mal parado el ateismo del interlocutor.
-Además –sigue diciendo el sordo- esa Bondad no te alcanza a ti que luchaste contra el Mal ni a nosotros que te apoyamos. Esas son las reglas del juego.
El sordo se sigue extendiendo sobre otras consecuencias de la victoria de Chick hasta que al final este le pregunta.
-¿Estás seguro que la derrota del mal tiene validez solamente para esta galaxia?
-¿Qué? ¿Te parece poco?
-No, no es eso –responde pensativo antes de preguntarle al capitán de la nave a qué distancia se encuentra la galaxia más cercana.
-Sólo un par de millones de años luz.
-Perfecto. ¿Habrá en el camino algún sitio donde repostar?
El capitán hace un gesto ambiguo que podría traducirse como “supongo que sí pero no estoy dispuesto a jurarlo así que no me culpen si no encontramos ninguno”. Chick entonces se dirige a todos sus compañeros de fatiga.
-Escuchen: luego que el Mal ha sido vencido quedamos nosotros como sus únicos portadores en toda la galaxia. ¿Acaso debemos exponer a la humanidad al terrible peligro de ser los únicos portadores del pecado original?
El murmullo que se levanta como respuesta podría resumirse en un “¿Por qué no?” o un “ “¡Que se jodan!”
Chick, siempre atento al sentir de la masa, decide cambiar de estrategia.
-Imagínense un mundo donde por bien que nos vaya no podamos despertar envidia en el próximo. Un mundo en que no podremos provocar rencor en nuestros enemigos porque no existen ni rencor ni enemigos. Un mundo en que no podamos pensar mal de los demás porque el Mal no es posible ni bien de nosotros porque el Bien es cotidiano e irrelevante...
Pocas veces Chick ha estado tan convincente. Diez minutos han sido suficientes para tener la nave lista para partir con todos sus tripulantes dentro.
Ya despega rumbo a lo desconocido la nave que alguna vez se limitara a recorrer la distancia existente entre la Tierra y la luna. Chick revisa con la vista cada rincón del sitio que en los últimos meses se le ha hecho tan familiar. Ahora, frente a él está parado el cuerpo del Medio Lamo que, fiel a su alma de azafata reparte bebidas y comida entre los pasajeros.
-Whisky J&B lunar por favor –dice Chick.
-Por supuesto cariño.
-No te preocupes –dice Chick tomando la peluda garra de la azafata – Todo saldrá bien. –añade aunque sin aclarar si se refiere a la recuperación de sus cuerpos originales, el embarazo del Medio Lamo o al viaje a la galaxia más cercana. Ahora Chick toma un sorbo de whisky. Sí, ya sabe de antemano que extrañará el sabor del licor extraído de las entrañas de la luna. Lanza ahora una última mirada a su galaxia natal. Entonces Chick descubre algo que no le ocurría desde que era niño, más exactamente un día en que unos chicos le quitaron su pelota de fútbol: tiene el rostro inundado de lágrimas que corren hasta formar un charquito en la barbilla.
-¿Qué pasa Chick? ¿Te ocurre algo? –le pregunta solícita la azafata.
-Nada, nada. Es que soy alérgico al whisky.
La nave parte mientas en el espacio las estrellas están más brillantes que nunca... o al menos así les parece a todos...

FIN

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