Te escribo para aclarar tus dudas del chat de Facebook:
A ver… Libros…Si quieres algo de Lezama o de Piñera lo más probable es que te encuentres con algún académico en una edición que parece mimeografiada explicándote a Lezama o Piñera y no con la fuente original y eso si la Luna está en la Séptima Casa y Júpiter se alinea con Marte... Lo mismo con la mayoría de los titanes de la literatura universal, a veces puedes ponerte de suerte, pero una golondrina no hace verano, ni siquiera una de las oscuras golondrinas de Bécquer a la que ya se le cayó el balcón desde el cual solía su nido colgar. La Feria del Libro, una vez al año…al bolsillo le hace daño. Salvo excepciones, nuestros niños no saben de Verne o Salgari o Stevenson (no Teófilo) o Defoe o Dumas o…o…o, ooooh , salvo por Disney o Netflix. Para no hablar ya de Philip Pullman o de Carlos Luis Zafón. Del comic ni hablemos, por pantallas de Marvel y va que chifla. El placer de poseer una historieta con olor a tinta y reflejos cromados es tan desconocido por estos lares como la leche de yak…o cualquier otra leche, al paso que vamos. Aparece a veces Zuzún, pero yo no recuerdo que el Pionero de mi infancia tuviese tanta propaganda o quizás no me daba cuenta. Y eso, si aparece. Nominalmente existen Palante (no DDT, que lo escabecharon rápido), Bohemia, Alma Mater y demás, pero dan grima formal y conceptualmente en las escasas ocasiones en que he podido adquirirlos, lo cual es el proverbial bien que por mal ha venido. Nada en el horizonte que se compare a las ediciones del período 60-80, Ivanhoe, Los Tres Mosqueteros, La Isla Misteriosa. Ni tan siquiera las emergentes Dragón ni Huracán, hechas para no durar más que en la memoria del lector, pero al menos disponibles a precios módicos y con un catálogo apreciable. Y la dicotomía leer/comer siempre ha sido un “no brainer” para todo bípedo implume excepto para un puñado de atávicos alucinados ya muertos y bien muertos de inanición desde hace mucho y sin dejar descendencia con la que perpetuar su oscura mutación genética.
Del cine… La institución “cine de barrio” es una remembranza perdida en las noches de apagones de los 90 para jamás volver. Existen cines, casi todos en el Vedado que casi siempre exhiben estrenos del pasado sin la gracia de Armando Calderón. El Festival de Cine…la golondrina otra vez y cada vez más escuálida. Y si encuentras algo de interés, los equipos de proyección parecen de luz brillante y lo único brillante es el aire acondicionado…por su ausencia. Y el teatro…si vives a walking distance tal vez ligues algo, porque de lo contrario en una confronta teatral en el Mella a las 11 de la noche se te cae la cuarta pared en la cabeza ladrillo a ladrillo. Y hablo de cuando la furia de los nasobucos no imperaba sobre la faz de la tierra…
Lo peor de todo es que ya hay generación y media que ni siquiera sabe lo que significa echar eso de menos, como mismo la nuestra no echaba de menos el casabe y la equitación… ¿Será ese el famoso “Hombre del Siglo XXI “del que ya nadie habla?
Sé que este “retorno a la semilla” de la incultura no es patrimonio de nuestra ínsula barataria, algunos por defecto y otros por sobresaturación y exceso están llegando a lo mismo, pero eso es consuelo de tontos. Por lo pronto solo me queda parafrasear a Borges en su Elogio del Escritor Mediocre: “El olvido es la meta, nosotros hemos llegado primero”.
Ah, y de la prensa diaria mejor ni hablo, aunque ahora sea en colores, así que, colorín, colora´o, este cuento…